• Esfera Viva es un referente de iniciativa ciudadana para el Valle de Aburrá y su compromiso con la sostenibilidad representa una oportunidad para consolidar el diálogo que promueve el Área Metropolitana en su visión de Gobernanza.
  • El director del Área Eugenio Prieto Soto, en compañía de María Cristina Ruiz (a la derecha), directora de comunicaciones del Instituto Alexander von Humboldt, durante el conversatorio sobre Ciudades Biodiversas y felices, realizado en el Parque Explora de Medellín.

Esfera Viva convocó a una gran conversación sobre cómo podemos devolverles a las ciudades la alegría que está intrínseca en la forma en que nos relacionamos con armonía con el medio ambiente que nos rodea. Y esa relación hombre-naturaleza está permeada por intereses de múltiples matices, unos colectivos, otros particulares, pero casi todos encaminados a la planificación de las ciudades con criterios de sostenibilidad.

La pregunta, entonces, es ¿lo hemos logrado? ¿Tenemos ciudades felices y biodiversas? De eso se trató el conversatorio y acá tenemos distintas posiciones y visiones sobre lo que hemos hecho y lo que tendríamos que hacer para restablecer esos equilibrios.

El director del Área Metropolitana, Eugenio Prieto Soto, ofreció una retrospectiva de lo que han sido los modelos de ocupación de los territorios, recordando que durante muchas décadas construimos ciudades acogiendo un sistema muy americano, donde lo funcional era hacer urbes para los carros y no para la gente. Un esquema que fragmentó los ecosistemas y produjo enormes asimetrías dentro de la planificación de los centros urbanos. Además, urbes que no estaban diseñadas, ni menos preparadas, para recibir los enormes flujos de migraciones del campo a las ciudades. En otras palabras, estamos planificando unas ciudades que ya no son.

“Perdimos el rumbo y tenemos que re-encontrarnos en el pensamiento ecosistémico, es urgente la re-generación de los ecosistemas estratégicos urbanos, porque no tenemos otra oportunidad. Regenerar esa relación de lo urbano con lo rural y con lo periurbano, es requisito fundamental para poder hablar de calidad de vida y de bienestar. No es solo con el PIB que un territorio puede medir su progreso y su desarrollo, sino que es el bienestar y las oportunidades que tienen sus ciudadanos”.

María Cristina Ruiz, directora de Comunicaciones del Instituto Alexander von Humboldt, sabe como pocas qué es hablar de biodiversidad y como ésta tiene inexorables conexiones con la felicidad.

En el concepto de ciencia y biodiversidad, ¿cómo se construyen esos territorios, que podríamos llamar sostenibles, pero que para la ocasión se denominaron felices?


Para María Cristina, la palabra felicidad, desde el punto de vista de la academia y de los científicos, se antoja subjetiva. Lo que es objetivo es que la felicidad se construye desde cada ciudadano y, entonces, construir una ciudad demanda la capacidad de conciliar visiones. Esa es la apuesta que ha hecho y seguirá haciendo el Instituto en el acompañamiento que hace para construir ciudades felices.

Cuando hablamos de felicidad y biodiversidad aplicada a las ciudades, desde el Humboldt buscamos conciliar esas visiones del ciudadano, pero en función de lo colectivo, porque reconocemos que las ciudades son ecosistemas. De ahí lo complejo de pensar en la ciudad desde sus complejidades.

Esta visión de ciudad como un modelo sistémico es la que, precisamente, llevó al Área Metropolitana del Valle de Aburrá a definir una ruta en la gestión integral de los territorios. Y la primera acción colectiva fue hacer visible y clara la situación sobre la calidad del aire y la necesidad de sistematizar la problemática para formular las soluciones.

Después de muchos meses de diálogo y concertación con todos los actores del territorio, y con el liderazgo de la Junta Metropolitana, la entidad formuló un Plan de Gestión de Calidad del Aire (PIGECA) y acordó un Protocolo para Enfrentar Episodios por Contaminación Atmosférica (POECA) que hoy arroja resultados muy positivos en relación con la reducción de material particulado PM2.5, que es uno de los componentes que más incidencia tiene en la salud de los habitantes.

Sumado al Pacto por la Calidad del Aire, que lideró el alcalde Federico Gutiérrez, este territorio definió una “dieta” y viene haciendo esfuerzos colectivos en la definición de “qué territorio queremos”. 

Para ello, entre muchas otras iniciativas, creó la Escuela de Ecología Urbana como un centro de pensamiento socrático que busca poner el conocimiento científico en el centro de las decisiones de política pública y al ser humano como eje fundamental de ese nuevo modelo de ocupación.

Hablar de biodiversidad y de sostenibilidad, en palabras de Eugenio Prieto, es hablar de uno de los conceptos del desarrollo: la equidad humana y la equidad territorial. Para poder hablar de desarrollo sostenibles, los territorios deben en el centro al ser humano, pero también a la biodiversidad.  Eso hace que pensemos de otra forma. El deber ser del Área estaba muy focalizado en actuar de forma funcional como entidad, cuando debía ser más gestora del desarrollo sostenible, lo que implica ponerse en el centro para poder articular y dialogar dentro de un modelo de Gobernanza Metropolitana.

Sin ese modelo de Gobernanza no es posible avanzar desde los territorios, porque todo queda sujeto a las decisiones y las prioridades de las instancias nacionales. Y lo nacional es lento y no responde, en muchas ocasiones, a las dinámicas locales.

El enfoque de Gobernanza que acordó el Área es el que permite avanzar en la estrategia de re-generación de los ecosistemas urbanos, porque esa es la problemática que ha dejado en las ciudades, entre otros, el acelerado crecimiento urbano, el incremento del parque automotor y los efectos del cambio climático. Hay un desequilibrio en la ecuación, porque de un lado hay más demanda de bienes y servicios, de capacidades, pero del otro no tenemos más bienestar. Luego, tenemos que expandir la conciencia ciudadana para equilibrar la ecuación y el Área ha insistido en que es necesario cambiar hábitos de satisfacción por hábitos de sostenibilidad.

De ahí la importancia de sistematizar el modelo de Gobernanza y encontrar en las múltiples visiones del desarrollo los mínimos del desarrollo sostenible.

Óscar Mejía, de Urbam de Eafit, es otro de esos expertos que ayuda a buscar las soluciones al complejo panorama urbano. Desde su plataforma Desurbam, hay una figura muy simple, pero contundente para entender lo que pasa en nuestras ciudades. Es un barril, cuyas tablas no son homogéneas, porque las ciudades no lo son. Hay unas tablas más altas que otras, pero todas cumplen una misma misión: evitar que el barril deje escapar su contenido. Pues bien, las ciudades han sido construidas para que todos podamos caber. Y ese es un problema mayor. Según Mejía, no se trata de caber, sino de compartir los espacios de la ciudad. Luego, es necesario evitar que la tabla más pequeña del barril se rompa, porque si eso sucede, todo el contenido se pierde.

Nuestras ciudades vienen perdiendo cada vez más su capacidad de contener el insumo más importante para ellas: al ser humano. Y con el ser humano, también se está perdiendo la capacidad de ser felices y las ciudades de ser biodiversas.

De acuerdo con la Ley de los Mínimos de Liebig (1840), la capacidad del barril está determinada por el tamaño de la duela más corta –de lo contrario, el líquido que soporta se regaría–. En el caso de las ciudades, su capacidad máxima está determinada por el recurso más escaso. Si no fuera así, las ciudades crecerían de forma insostenible, ya que no habría recursos para satisfacer las necesidades de los pobladores.

Carlos David Montoya, director de Opus, una organización privada que trabaja en temas de paisaje, arquitectura y territorio, conoce bien los procesos urbanos que se están dando en otras ciudades y otros países y se muestra optimista a la hora de pensar en urbes más felices y biodiversas.

Dentro de muchas de esas experiencias como líder de proyectos urbanos en Colombia, Montoya refuerza el concepto de ver las ciudades como ecosistemas vivos, donde toda acción implica una reacción. Para él, dentro del amplio espectro del desarrollo sostenible, uno de los caminos más expeditos para tener ciudades biodiversas y felices es recuperar los espejos de agua que circundan los territorios y convertirlos en espacios para el encuentro, el diálogo y la construcción de tejido social dentro de las urbes. Uno de esos ejemplos exitosos es el que adelantó Mompox en las riberas del río Magdalena.

Entre muchos otros conceptos y aproximaciones al modelo de ciudad feliz y biodiversa, una conclusión queda del conversatorio realizado por Esfera Viva en el Parque Explora: que la felicidad está íntimamente a la calidad de vida de los habitantes de un territorio, y que esa calidad de vida depende estrechamente de la forma en que habitamos ese territorio, que es, en últimas, un ecosistema donde la biodiversidad tiene un protagonista: el ser humano. Y un ser humano en relación con la naturaleza.