A través del concepto de economía circular, diferentes estrategias se destacan a la hora de aprovechar los residuos que se generan a diario en el Valle de Aburrá. Con ideas ingeniosas, diferentes emprendimientos de reciclaje se abren paso para generar comportamientos en donde cada vez más se logra entender la importancia de aprovechar lo que muchos tiran y no recuperan.

Para entender la importancia del reciclaje hay que saber que los humanos estamos convirtiendo desde hace décadas los campos en un desierto y las ciudades en un gran depósito de desperdicios. De ahí que cada vez son más relevantes las fórmulas innovadoras y rentables para convertir ese desperdicio en algo que sirva para recuperar ese desierto en el que se está convirtiendo el campo. 

Desde la década del sesenta y la primera década del siglo XXI, los humanos se consumieron cerca del 50% de las materias orgánicas de los suelos agrícolas del mundo. Esa materia orgánica en el suelo está de tres formas: materia orgánica cruda (pedazos de palos, hojas, excrementos de animales), materia orgánica en proceso (todo ese material empezando a descomponerse) y materia orgánica estabilizada (humus, que dura en el suelo entre 20 y 500 años).

Cuando el ser humano pone a pasar hambre al suelo, por prácticas agrícolas inadecuadas y monocultivos, los microorganismos empiezan a comerse el humus. Y esa es la tercera causa de calentamiento global, porque esas moléculas se convierten en CO2. La primera causa es la quema de combustibles fósiles, la segunda son las quemas de praderas y montes; y la tercera la destrucción de la materia orgánica del suelo.

Y para reparar ese daño, los humanos solo tienen una opción: revertirlo. ¿Cómo se puede revertir? Tomando todo ese desperdicio que genera la ciudad en forma de basura y residuos para devolverlo a los campos convertido en compuestos orgánicos biotratados tras un proceso de compostaje.

Nosotros les retiramos al Valle de Aburrá unas 700 toneladas mensuales de residuos sólidos. Más o menos el 60% de estas toneladas vuelven al agro. Recogemos biosólidos de la Planta de San Fernando, los mezclamos con champiñonaza, corteza de pino o virutas y tras el proceso de compostaje lo enviamos a diferentes regiones de Antioquia y del país donde la agricultura requiere la reposición de materiales orgánicos”, expresa Juan Manuel Villa, ingeniero de Biomezclas de Colombia SA.

Ingenio con plástico


Desde el punto de vista de la recuperación de material todas las acciones son fundamentales, aunque hay otras como la fabricación de madera con el insumo de plástico de difícil reciclaje que se destacan por su innovación. Este material se fabrica con bolsas pequeñas o de pasabocas que no son recuperadas por ningún reciclador. 

Ahí la empresa Econciencia se destaca al recuperar unas 150 toneladas al mes de plástico. Eso es lo que llega a Econciencia y es transformado. Además, trabajan con la Fundación Llena una botella de amor, que tiene unas metas de reciclaje muy altas. En 2017, esta iniciativa logró reciclar 200 toneladas de plástico post consumo, que se compone de envolturas y bolsas pequeñas. Y la meta para 2018 es recuperar 250 toneladas. 

“También trabajamos con otras fuentes de material distintas a las que recuperamos con la Fundación Llena tu botella de amor. La relación del material recuperado con lo que se convierte en madera plástica es de uno a uno. Por cada kilo de plástico reciclado se crea un kilo de madera plástica. No se pierde nada en el proceso de elaboración”, dice John Berrío, gerente de Econciencia. 

La Fundación Llena tu botella de amor realiza capacitación y educación ambiental con los docentes de las instituciones educativas. Con ellos se firma un convenio en el que se comprometen con sus alumnos a guardar las botellas plásticas y acopiarlas en los colegios. Además, se les enseña a los niños y se los compromete a que lleven al colegio una botella llena de plástico de sus casas cada semana. Y todo esto con el cálculo de que cada familia promedio, de cuatro personas, produce cuatro botellas llenas de plástico a la semana. 

La institución educativa, cuando cumple las metas establecidas, recibe una compensación elementos de mobiliario hechos con madera plástica. Una mesa comedor por cinco toneladas de plástico reciclado (unas 1.000 botellas). Un punto ecológico con diez toneladas (unas 2.000 botellas) y un parque infantil con cuarenta toneladas (unas 80.000 botellas).

“Esas son cifras muy altas, pero comprometen a las instituciones educativas a generar una dinámica permanente de la recolección de las botellas. Y cambia el paradigma de que el plástico va a la basura y lo convertimos en un nuevo paradigma en donde decimos que el plástico va en una botella. Ese plástico se vende a Econciencia y se la da un valor agregado al vincular a la industria para el cierre de ciclo productivo. En este juego procuramos que todos pongan y que la las compañías participen”, agrega Berrío. 

Además, Econciencia con todo el plástico que sobra construye materiales de viviendas de interés prioritario. Todo esto se hace a través de la Fundación Llena tu botella de amor. Todo esto para mejorar la calidad de vida de los habitantes del Valle de Aburrá con ideas ingeniosas y rompiendo paradigmas alrededor del reciclaje.

De otro lado, las grandes compañías como Enka de Colombia, a través de su filial Ekored recogen cerca de 100 toneladas al día de botellas tipo PET. Con estos envases se producen fibras para el sector textil y se entrega materia prima para hacer más botellas. 

“Recogemos esas 100 toneladas al día, pero tenemos capacidad para tres o cuatro veces más. Pero la mayoría de estos envases se van a los ríos y los mares. Ese es el dolor que tenemos. Nuestro trabajo genera empleo y cumple la tripleta de sostenibilidad mejorando el medio ambiente, el ingreso de los recicladores y generando empleo. Esto permite algo muy bonito que es el trabajo con la gente como madres cabeza de familia”, expresa Juan Carlos Gutiérrez, gerente de Ekored.

Con todas estas iniciativas, complementadas con las del sector público y la comunidad en general, se vislumbra un panorama esperanzador para lograr que el territorio metropolitano sea cada vez más sostenible.  ​