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El primer sistema de vigilancia en salud ambiental, de su tipo, en el mundo está en el Valle de Aburrá, ¡conoce su historia! 


Desde el 2016 el Área Metropolitana del Valle de Aburrá se propuso conocer, con evidencia científica, cómo la calidad del aire afecta la salud de los habitantes metropolitanos; desde entonces el diálogo constante y la transferencia de conocimientos con la academia, las secretarías de salud y ambiente municipales y la Secretaría Seccional de Salud de la Gobernación de Antioquia han sido claves para desarrollar y mantener el Sistema de Vigilancia en Salud Ambiental, componente aire y salud del Valle de Aburrá (SIVISA).

El tema de la calidad del aire siempre ha sido una de las temáticas que más ha demandado un diálogo constante con la academia, los tomadores de decisiones y la ciudadanía, por eso,  la pregunta por la relación entre calidad del aire y salud siempre ha sido una constante, como respuesta a ella en 2006 aparecieron unos estudios preliminares que sugirieron la necesidad de crear un sistema de vigilancia en calidad del aire y salud, y fue hasta 10 años después que esta necesidad se retomó y empezó un proceso que dio paso al Sistema de Vigilancia en Salud Ambiental, componente aire y salud del Valle de Aburrá (SIVISA), hasta hoy se sigue perfeccionando, alimentando y socializando entre tomadores de decisiones.

“Teniendo como premisa la salud en el centro, que es lo que busca el Plan Integral de Gestión de la Calidad del Aire del Valle de Aburrá (PIGECA), es ahí donde el primer componente que es el Conocimiento Científico señala como una de las tareas importantes para este Plan: desarrollar un sistema de vigilancia en calidad del aire. Desde ese hito que lo incluye y que lo considera importante, viene la tarea de cómo llevarlo a cabo. Anteriormente la Entidad sí había emprendido unos estudios, pero ya un sistema, un indicador, un plan, eso fue a partir de la Gestión de la Calidad del Aire que se acogió por Acuerdo Metropolitano N° 17 de 2019”, detalla Ana Zuleima Orrego, profesional universitaria e integrante del equipo Gestión Calidad del Aire del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

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​¿Quién asumiría el reto?


Para poder hablar con propiedad sobre cómo la calidad del aire y la salud afectan a los habitantes metropolitanos, era necesario poner a dialogar el registro histórico de datos recogidos sobre aire, mediante las estaciones de nuestro proyecto SIATA, y los de salud, mediante los registros consolidados por municipio que tiene la Seccional de Salud de Antioquia.

Para dimensionarlo, imagina: los datos de aire son monitoreados cada segundo, a ¿cuántos datos equivaldría esto por 12 años de registro, teniendo en cuenta que son varias estaciones tomando datos al tiempo a lo largo del Valle de Aburrá?; y los de salud cuya información por paciente pueden llegar a tener muchos registros asociados por  enfermedad, piensa en cuántas veces te pudiste haber enfermado en más de 10 años, ¿cuántos registros serían, entonces, si los escalamos a los habitantes del Valle de Aburrá en un lapso de 12 años? Sin ser expertos podríamos decir que es una cantidad exorbitante de información y con características bien diferentes. ¿Cómo poner a dialogar esos datos para conocer los impactos en la salud de la calidad del aire entre los habitantes metropolitanos?, pues este fue el reto que requería de un intenso trabajo interdisciplinar, no solo en lo técnico sino también en el diálogo de saberes.

“La Entidad ha trabajado siempre con la academia, aquí en el territorio existe algo muy conocido que es RedAire, allí están todos los expertos en aire, pero la Entidad también tenía la necesidad y sabía de la importancia de tener datos con una solidez técnica. En ese momento se empezó a hacer un análisis en todas las universidades del  territorio para identificar cuál podría apoyarnos en este reto, es decir una que combinara calidad del aire y la salud, que tuviera expertos en la calidad del aire, en epidemiología, en estadística, en sistemas de información; fue en ese momento cuando la Entidad identificó que para hacer un estudio de esta naturaleza, era totalmente necesario que fuera una universidad reconocida, y que trabajara con rigurosidad en el método, que permitiera sacar unos datos, que todos sabemos que no son fáciles de gestionar. Y fue así como seleccionamos la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, para poner a andar esta iniciativa”, explica Zuleima Orrego.  

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Este proceso de selección también lo recuerda el docente investigador Juan Gabriel Piñeros Jiménez, profesor asociado de la Universidad de Antioquia y coordinador del Grupo en Investigación en Salud y Ambiente de esa institución, pues cuenta que para poder ser seleccionados debían presentar algunas propuestas, fue en ese momento cuando él y otros 4 profesores de diferentes grupos de investigación y con conocimientos específicos se sentaron a realizar esta primera propuesta que buscaba describir la asociación que había entre unos contaminantes puntuales, los enfermos y los fallecidos en el  Valle de Aburrá, propuesta que fue seleccionada.​

“Este es el estudio epidemiológico que se eligió, este estudio nos enfrentó a muchos retos. Éramos cinco profesores que pertenecíamos a diferentes grupos de investigación: el profesor Hugo Grisales, un matemático y un estadístico experto en estadísticas complejas; la profesora Nora Adriana Montealegre, experta en sistemas de información en salud; el profesor Fernán Alonso Villa experto en analítica, que actualmente trabaja en la Universidad Nacional, pero que en ese momento nos estaba acompañando; el profesor Emanuel Nieto, un economista experto en hacer estudios de costos en epidemiología, y estábamos dos profes de Salud Ambiental: la profesora Ruth Marina Agudelo, que fue una de las primeras ingenieras que montó la red de monitoreo de calidad del aire que hay ahora, y que hacen parte del proyecto SIATA, una red que inició hace más de 40 años, y estaba yo”, destaca el experto Piñeros.


Analizar datos ambientales y de salud no es fácil


Con este equipo conformado y el Área Metropolitana del Valle de Aburrá acompañando este proceso, es que los retos se hacían más evidentes a medida que se iba poniendo en marcha los acercamientos para establecer las metodologías con las cuales se iban a analizar estos datos.

“El Área Metropolitana con una gran intuición nos encomendó, entre otras cosas, revisar muy exhaustivamente sobre cómo se analizaban estos dos fenómenos y nos dijo que trajéramos grupos de expertos que nos ayudaran a consolidarlo. Fue con ellos que descubrimos que necesitábamos una herramienta analítica muy potente”, agrega el docente Piñeros.

Retos como tener series de datos discontinuas de información de calidad del aire por situaciones como un daño en una estación en un periodo de tiempo específico o por la suspensión de operación por cambio de contratos o porque una estación que estaba en un lugar pasó a otra; o hacer una revisión exhaustiva de 800 artículos científicos sobre epidemiología ambiental para conocer las metodologías que permitieran abordar estos temas; o encontrarse con que la información en salud proviene de múltiples fuentes y con formatos diferentes, entre otras, fueron algunos desafíos que tuvieron que ir sorteando, que implicaron ensayo y error, en los que la Universidad de Antioquia no solo hablaba entre sus profesionales, sino que también se apoyaba en la experticia de  profesionales locales e internacionales para dar con uno o varios métodos adecuados de investigación y de fusión de información.


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“Esto no se hace desde una sola disciplina ni desde una sola institución, esto no es el trabajo de Juan Gabriel, esto es de un equipo de gente que ha tenido la capacidad de trabajar con otra, en otras instituciones, esto no se hubiera hecho si nosotros todos acá sentados en una oficina tratando de entender esto, esto se ha podido entender porque se ha hablado.

​A mí lo que más me ha gustado del trabajo con el Área Metropolitana del Valle de Aburrá es que nos dejan hablar, nos dejan dialogar, nos dejan poner estas ideas en diálogo, puede que no estén de acuerdo, pero nunca se cierran al diálogo, y esa apertura para dialogar es super importante, primero porque nada sobre estos temas está escrito en piedra, esto es un asunto dinámico que tiende a crecer donde van a aparecer nuevas tecnologías, nuevos avances tecnológicos, nuevas problemáticas. En este proceso todos conocían lo que el otro estaba haciendo”.

Fruto de casi dos años de trabajo, lograron crear algoritmos propios utilizando metodologías como las redes neuronales (procesos de aprendizaje artificial en computadoras para procesar datos), árboles de decisiones, entre otros, que les permitieron desarrollar algoritmos propios para, además de reconstruir series de datos ambientales, identificar eventos patológicos y de morbilidad, así como hacer un análisis de los mismos a nivel metropolitano, pero también discriminado información por edades, por tipo de enfermedades, entre otras variables.

“Esto fue un reto muy bacano porque nos tuvo a nosotros concentrados varios meses aprendiendo cómo era el dato, cómo se calculaba, cómo se obtenía, cuáles eran los principales tipos de redes, nosotros que no conocíamos mucho los datos ambientales o que los teníamos muy teóricos, enfrentarnos a ellos fue un aprendizaje muy importante. Contratamos personas para la parte operativa, pero sentarse a hacer una disertación y unos procesos de conocimiento que son muy complejos implicaba que estuviéramos los cinco profesores para arriba y para abajo, nosotros tomábamos tinto, caminábamos juntos, nos hablábamos todos los días, soñábamos el uno con el otro porque todo el tiempo estábamos pensando en esto”, relata el profesor Piñeros.


Las recompensas que trae enfrentar conversaciones difíciles


Como hemos visto hasta aquí, fusionar datos en ambiente y salud para hacer un análisis epidemiológico es difícil, pero también lograr un consenso sobre cómo se maneja la información, vista desde diferentes fines y desde diferentes profesiones, resultaba otro reto al cuál se le debía dar respuesta desde el diálogo, discusiones argumentadas y una apertura al cambio que implicó también espacios para la reflexión.

“Hubo un momento en el que nosotros nos preguntábamos, ¿yo necesito la exactitud del dato ambiental que necesita un ingeniero o yo necesito el comportamiento del dato para hacer un análisis epidemiológico? Cuando vinieron los expertos internacionales donde también había ingenieros y matemáticos, una de las cosas que aprendimos de ellos fue, que hay que entender que en este ejercicio de interdisciplinariedad el ingeniero va a estar peleando porque el dato sea exacto, pero también tiene que entender que más allá de la magnitud, el comportamiento debe ser veraz, que represente lo que está ocurriendo así se pierda en la exactitud de la magnitud, eso también hay que entenderlo… 

El proyecto SIATA del Área Metropolitana del Valle de Aburrá también jugó un papel muy importante, porque validaba las correlaciones que hacíamos, nos decían esta sí esta no… nosotros maceamos esos datos hasta más no poder, y al final teníamos argumentos para lograr entender que estos datos como están construidos tienen una intensión y le apuntan al tema epidemiológico”, destaca el profesor Piñeros.




Además, de estas discusiones dentro de la academia, era necesario integrar los aprendizajes y necesidades de las secretarías de salud y ambiente, y de la Secretaría Seccional de Antioquia, no solo para que entregaran información sino también para que aprendieran de qué se trataba el sistema, cómo podía aportarles en sus municipios y cómo lo podían usar. Por ello, además de reuniones también el Área Metropolitana del Valle de Aburrá realizó un diplomado junto a la Universidad de Antioquia en el que participaron 48 tomadores de decisiones.

“En el Estudio con la Facultad Nacional de Salud Pública nos empezaron a incluir, recuerdo también que en el 2017 participamos con ellos en un panel de expertos nacionales e internacionales de los sectores salud y ambiente, donde se empezaron a validar esos métodos de análisis. Y a partir de ahí, ese año también se firmó un acuerdo de confidencialidad donde nosotros entregamos la información en salud. Esos fueron los primeros pinitos, y obviamente ya al siguiente año, se empezaron a involucrar un poco más con los técnicos, y participamos en un diplomado dictado por ambas instituciones. 

Hay que reconocer que el Área Metropolitana del Valle de Aburrá ha venido avanzando de manera significativa, no solo por sus competencias en la parte ambiental, sino también en investigación en salud y ambiente”, explica Ana María Blandón, referente del proyecto de cambio climático y calidad del aire de la Secretaría Seccional de Salud y Protección de Antioquia.

Por otro lado, aunque investigar la relación entre ambiente y salud no es nuevo en el mundo, porque existen muchos estudios al respecto, es nuevo que exista un sistema de vigilancia, que alberga un desarrollo tecnológico propio, en el que diferentes actores, de diferentes disciplinas, se han puesto de acuerdo para analizar, hasta hoy, 12 años de registros en calidad del aire y salud de un territorio ​específico, en este caso del Valle de Aburrá, y sobre el cuál, además, los tomadores de decisiones de los municipios estén al tanto del tema, se apropien de él y celebren la iniciativa. Esto es un logro, también, de la Gobernanza del PIGECA. Es por esto por lo que este desarrollo fue premiado en 2018 en el marco de un congreso internacional celebrado en Ottawa, Canadá.

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“Este proceso de creación del SIVISA se ha logrado gracias a la construcción colectiva, que además de su implementación en los 10 municipios, ha permitido un trabajo conjunto que ha creado una masa crítica en el territorio donde académicos, estudiantes, y profesionales de las secretaría de salud hemos podido entender mejor, no solo la magnitud del problema en nuestro territorio sino la forma de abordarlo.

Que su análisis no es un análisis sencillo, pero ya se han creado grupos interdisciplinarios en el territorio para su abordaje; poder generar al interior de las universidades diferentes líneas de investigación; ver cómo estudiantes de maestría tienen un especial interés en vincularse a los equipos de investigación, entre otros, nos ha permitido, también, participar en redes internacionales de epidemiología ambiental, en las cuales el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y la academia han participado. Esto nos ha permitido estar a la vanguardia de lo que hacen las universidades en el mundo, de ir pensando cómo podemos ir avanzando en el análisis de otros efectos sobre la salud”, destaca la epidemióloga Ángela Molina, quien desde 2016 viene acompañando, desde el equipo de la Gestión de la Calidad del Aire del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, todo el desarrollo del SIVISA.  


Datos para un #FuturoSostenible


¿Y conocer todo este camino de qué le sirve a la ciudadanía?, ¿por qué es importante que el Valle de Aburrá cuente con un sistema de vigilancia epidemiológico?, pues resulta que según lo explica la profesional Molina, el SIVISA permite conocer cómo se comportan las causas asociadas a enfermar o morir por la contaminación atmosférica, es decir es un sistema de información, que también permite tomar acciones y evaluar las decisiones tomadas alrededor de todas las estrategias para disminuir la contaminación atmosférica.

“El papel que cumple la epidemiología en este proceso del SIVISA es fundamental, porque es una disciplina científica del área de la Salud Pública, cuyo objetivo es determinar la frecuencia, magnitud y todos los factores determinantes de las enfermedades o causas de muerte en las poblaciones humanas.​

Por tanto, en este caso el abordaje epidemiológico es fundamental porque sin él, sin su conocimiento, sin su metodología no sería posible conducir el SIVISA, este análisis permite conocer las causas de enfermar y su asociación con la población del Valle de Aburrá mediante un análisis a largo plazo; pero también aporta recomendaciones y medidas  alrededor de la ciudadanía; también permite hacerle un seguimiento a todas las estrategias implementadas que tiene el PIGECA, que buscan preservar la salud pública”, agrega por último la epidemióloga Molina.​

Además del desarrollo de este Sistema de vigilancia en Salud Ambiental, la Entidad ha liderado, en 2023, el desarrollo de un estudio piloto complementario en Girardota, con el fin de conocer con mayor detalle cuáles son los efectos de la salud y la distribución del material particulado por barrios y por manzanas, y su correlación con casos de enfermedad y muerte. Mediante el uso de una metodología que se denomina modelos de usos del suelo.

Esta experiencia nos muestra cómo para lograr cambios que transformen las problemáticas de nuestro presente es necesario la inversión en investigación, en desarrollo tecnológico y científico; así como una apertura para tener diálogos difíciles que cuestionen nuestros modos de vida actuales y que nos permitan abrir los oídos y movilizar nuestras acciones, solo así es como inicia un #FuturoSostenible para nuestro Valle de Aburrá.​

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