​​

El profesor e investigador de la Universidad de Los Andes, Jorge Bonilla, participó recientemente en la Mesa de Trabajo sobre la calidad del aire organizada por el Programa Medellín Cómo Vamos y Urbam de Eafit, en la que se analizaron las medidas adoptadas por el Área Metropolitana en torno a la declaratoria del estado de prevención entre el 1 y el 27 de octubre.

¿Cuáles son los aspectos más importantes que Usted destacaría del trabajo que se hace en el Valle de Aburrá en torno a la calidad del aire?


Jorge Bonilla: La primera, por directriz del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible, fue crear una especie de regulación de planes de contingencia por calidad del aire y el primer territorio en dar ese paso fue el Valle de Aburrá, con Medellín a la cabeza. Lo más potente y valioso acá es que no sólo han hecho los diagnósticos necesarios para identificar la problemática, sino que han pasado a la acción. Ustedes pudieron formular un plan, el POECA, que es el primero en el país, que no se queda en hacer un diagnóstico, sino que traza la ruta de las medidas y las acciones que se deben adoptar cada vez que se presenta una alteración drástica de las condiciones atmosféricas y de calidad del aire en su territorio.

El segundo logro fue lograr crear una red articulada de cooperación interinstitucional para que se transfiera la información y todos los actores involucrados en la problemática puedan adoptar medidas conjuntas y por consenso para mitigar los efectos de esos problemas.

El tercero es el liderazgo de los alcaldes que integran el Área Metropolitana. No sólo es importante la cooperación interinstitucional, sino la voluntad política de quienes pueden tomar decisiones de fondo. El Siata (alerta temprana) es un valioso instrumento tecnológico, pero además de política pública que ayuda mucho a la gobernanza del territorio.

Y cuarto, con el objetivo de organizar toda esa información, el sistema de seguimiento y evaluación es abierto y son los ciudadanos los que pueden y obtienen esa información para tomar decisiones. Eso es legitimidad y transparencia.

¿Por qué ha sido el Siata un instrumento tan valioso para la gobernanza?


Ese sistema de alerta temprana, del que el Valle de Aburrá es líder en Colombia y creería que en América Latina, ha hecho posible georeferenciar el comportamiento estacional de la variabilidad climática y de las crisis ambientales que padece el territorio. El fenómeno de contaminación atmosférica es medido de forma permanente, pese a que existen dos períodos del año que son más críticos por temas asociados a la transición climática (de seco a lluvioso), y eso hace posible determinar etapas de prevención, por medición o por pronóstico. Ese es el caso de lo que pasó en el Valle de Aburrá entre el 1 y el 27 de octubre, cuando la Junta Metropolitana adoptó el estado de prevención por calidad del aire. El poder de predicción del Siata es fundamental en la toma de decisiones con carácter preventivo y no como reacción a un hecho cumplido.

¿Cuál es su opinión del pico y placa?


Hay que hacer la diferencia entre lo que es la restricción habitual de sacar todos los días y a las mismas horas un número de vehículos según el número de placa; y otra es la restricción temporal por temas de contaminación atmosférica. Yo soy crítico de la primera restricción, porque tiende a motivar la compra de un segundo vehículo, genera más congestión y, por ende, más contaminación. Sobre todo, porque esa segunda compra, casi siempre, conduce a obtener un carro de segunda o de tecnologías que usan combustibles fósiles.

¿Y cuál es su propuesta en torno a otras medidas restrictivas?


No estoy sugiriendo que se quite el pico y placa diario y todo se resuelve de inmediato. Lo que digo que por sí solo sea funcional y efectivo. Debe estar acompañado de otras medidas, como por ejemplo, la imposición de peajes urbanos, los cobros por congestión y la delimitación de zonas de bajas emisiones que imponen unas tarifas a los carros que por ellas quieren desplazarse. Una mezcla entre sanciones y beneficios que genere nuevos hábitos en la movilidad dentro de los territorios. Con el pico y placa tradicional no se logran establecer las diferencias en torno a la calidad del aire que sí son posibles de medir en momentos de temporalidad por razones de contaminación crítica en ciertos momentos. Yo creo que haber identificado esas diferencias es lo que ha permitido que el Valle de Aburrá haya podido avanzar en la formulación del POECA y del PIGECA. 

Entonces son efectivas las zonas urbanas de aire protegido (ZUAP) que se están implementando en el Valle de Aburrá…


Va a depender del análisis riguroso que se haga de lo que pasa en dichas zonas. La ventaja es que el Valle de Aburrá tiene un sistema de medición muy robusto y se conoce cuáles son los puntos más críticos por contaminación del aire. De hecho, nosotros estamos recopilando la información recogida en las cámaras de movilidad de Medellín, y con la que nos propicia el Siata, estamos analizando esos datos para poder definir cuáles serían las zonas que se pueden declarar como zonas ambientales de aire protegido en esa ciudad. Así, las ZUAP son una opción efectiva y valida para controlar fenómenos de contaminación.

¿A qué se refiere cuando habla de gobernanza del aire?


La gobernanza del aire significa la co-gestión de los problemas por contaminación de un territorio. Cuando hablo de co-gestión hay que suponer que hay muchos actores trabajando la problemática y buscando el mismo objetivo, para el caso, la calidad del aire. La gobernanza del aire va más allá de simplemente establecer un plan de descontaminación del aire, que es lo que ha pasado en Bogotá y cuyos resultados están lejos de parecerse a los de Medellín y su área metropolitana. Co-gestionar implica el trabajo articulado entre todos los actores, incluida la ciudadanía. No basta con decretar medidas, sino empoderar a los actores en la búsqueda de las soluciones integrales y de largo aliento. Eso es gobernanza. Es visión de mediano y largo plazo. Es corresponsabilidad.

¿Y también voluntad política?


Por supuesto. Una de las mayores amenazas al desarrollo de un país es la visión cortoplacista que rige la planificación de los territorios. La falta de voluntad política ha sido una constante en Colombia y hay que acabarla. ¿Cómo? Empoderando a todos los actores del territorio y, en especial, a los ciudadanos en la solución de los grandes problemas cotidianos de la sociedad. Resolver los grandes problemas de las ciudades no debería tener costos políticos, sino todo lo contrario, legitimidad política. Eso es liderazgo. Y en el Valle de Aburrá hay liderazgo institucional y se ha desatado una dinámica social que hace muy difícil revertir los procesos de transformación que se han generado en los últimos años. 

Pie de Foto principal
El profesor Jorge Bonilla (en primer plano) fue uno de los expositores durante la mesa de trabajo sobre Calidad del Aire que se realizó en Eafit. Lo acompaña el grupo de Urbam.