Vivir en una sociedad marcada por el
consumo es una realidad que exige pactos colectivos que responsabilicen a sus actores, los lleve a ser conscientes de la limitación de los recursos para que empiecen a revertir los evidentes impactos negativos de un crecimiento desmedido. La realidad nos devuelve la pregunta por cómo estamos produciendo y consumiendo, cuestionamiento que tiene que ver con el futuro de los grupos sociales, en especial para las ciudades, una pregunta que no podemos evadir en el
Valle de Aburrá.
La falta de criterios de
sostenibilidad en la producción y consumo es una de las principales causas de fenómenos como el
cambio climático, la desertización a causa de la deforestación, la consecuente desaparición de las fuentes de agua que, por ejemplo, ponen en juego la vitalidad de las
metrópolis, la supervivencia de muchas especies y, entre ellas, la misma especie humana.
El Área Metropolitana del Valle de Aburrá promueve el cambio de prácticas en ambos extremos de la cadena de producción y consumo, y además regula en lo que le compete para que se tengan resultados colectivos en términos de sostenibilidad. El sector productivo e industrial, que ha sido protagonista del desarrollo de nuestros 10 municipios, está respondiendo preguntas de adaptación necesarias y de conciencia ante las problemáticas y su conexión con la cadena productiva. La ciudadanía metropolitana por su parte está cada vez más inquieta, muestra disposición y aprende en la creación de una cultura del consumo sostenible.
Un valle eficiente y sostenible, alineado con objetivos globales
Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por las Naciones Unidas se encuentra la Producción y Consumo Responsables (Objetivo No. 12) complementado con otros que se orientan hacia energías limpias, ciudades sostenibles y acciones por el clima. A nivel nacional, el establecimiento de la Política de Producción Más Limpia en 1997 y la Política de Producción y Consumo Sostenible en 2010 son estrategias complementarias a los instrumentos regulatorios, que llevan al país de forma gradual pero firme, a la incorporación de la variable ambiental para mejorar el desempeño de los sectores productivos.
En este sentido uno de los objetivos establecidos en el documento CONPES 3934 Política de Crecimiento Verde (DNP, 2018) es: “Impulsar a 2030 el aumento de la productividad y la competitividad económica del país, al tiempo que se asegura el uso sostenible del capital natural y la inclusión social, de manera compatible con el clima.”
Por su parte, el
Plan Integral de Desarrollo Metropolitano, para el Valle de Aburrá diseñado al 2032, está basado en la capacidad de resiliencia a los efectos causados por fenómenos planetarios, la sostenibilidad del desarrollo que conserva los recursos para las generaciones venideras, la sustentabilidad asociada a las capacidades de soporte, la habitabilidad de un entorno urbano rural con amenidades para la vida de sus habitantes, la cohesión social y la inclusión de todos sus ciudadanos, la competitividad que se construye a partir de la productividad, el conocimiento, la innovación y la inteligencia territorial que permita afrontar las necesidades, dificultades y potenciales de la sociedad metropolitana.
En la actualidad se observa como a nivel mundial se están presentando cambios ambientales de considerable magnitud, asociados con procesos naturales. El Área Metropolitana del Valle de Aburrá no es ajena a ello, por lo que en el
Plan de Gestión 2020 – 2023 “Futuro Sostenible” contempló en su Eje Estructural: Sostenibilidad Ambiental, el Programa 7 Gestión Inteligente de la Producción y el Consumo Sostenible, el cual es transversal a los diferentes planes temáticos (aire, agua, residuos, suelo), promoviendo acciones encaminadas a Repensar, Reutilizar, Reparar, Restaurar, Remanufacturar, Reducir, Re-proponer, Reciclar y Recuperar, con el fin de disminuir todos los flujos de materia que afecten los recursos. Mediante este programa, se debe aportar a la transición hacia una economía circular, trabajando de manera holística para disminuir los flujos de materiales y energía, que generen aguas residuales contaminadas, gases de efecto invernadero y otros gases que contaminan la atmósfera, así como todo tipo de desechos sólidos.
Los procesos y programas de producción y consumo sostenible y economía circular son fundamentales para aumentar la eficiencia en el uso y manejo de la energía y los materiales, para un mejor desempeño ambiental del Valle de Aburrá, hacia una región metropolitana resiliente y climáticamente inteligente. Tal como lo establece la Estrategia Nacional de Economía Circular – ENEC, se debe propender por un nuevo modelo de desarrollo económico que incluye la valorización continua de los recursos, el cierre de ciclos de materiales, agua y energía, la creación de nuevos modelos de negocio, la promoción de la simbiosis industrial y la consolidación de ciudades sostenibles, con el fin, entre otros, de optimizar la eficiencia en la producción y consumo de materiales, y reducir la huella hídrica y de carbono.
Las pequeñas, medianas y grandes empresas reciben del Área Metropolitana la oferta necesaria para la prevención del impacto ambiental con un óptimo uso de los recursos. El objetivo del consumo y la producción sostenibles es hacer más y mejores cosas con menos recursos; nos invita a tomar las decisiones pertinentes para medir el bienestar global de las actividades económicas, sin dejar de pensar en las ganancias, pero incluyendo en la ecuación la reducción de la degradación, la contaminación y la responsable utilización de recursos.
Beneficios para la producción
Con esta implementación de prácticas de producción y consumo sostenible, el balance económico no se afecta y por el contrario se logran beneficios en su esquema de producción.
Cuidados a la hora de consumir
Desde el consumo las acciones son múltiples, ante todo se busca el aumento en el sentido colaborativo del ciudadano con la
metrópoli, con acciones que muestran la continuidad y apropiación. Es común sugerir como punto de partida la fórmula de las 4R:
Reducir: hace referencia a la contención ante el consumo desmedido y ser responsables con lo que se adquiere.
Reutilizar: la creatividad para darle nuevos usos a los objetos que ya no necesitamos y evitar el consumo de productos nuevos.
Reciclar: la separación de residuos y asegurar su llegada a los puntos válidos para que puedan ser usados de nuevo.
Recuperar: usar un residuo para producir un elemento de nuevo uso, intentando que el tratamiento sea lo menos dañino posible con el medio ambiente.
Además, el papel del consumidor debe ser orientado por la comprensión y apropiación de las normas pactadas y generar así una comprensión integral de la problemática para atenderla desde los microespacios culturales (empresa, trabajo, colegio, familia, equipamientos y espacio público). La información y hábitos sobre las maneras de producción deben volverse una cultura de interrelación e interregulación entre los productores y consumidores en el Valle de Aburrá.