Pigeca, un primer gran paso​​​

Gracias al diálogo y la articulación entre todos los actores del territorio, el Valle de Aburrá cuenta ahora con planes integrales que le apuestan a la sostenibilidad.


El Valle de Aburrá atraviesa por esta época uno de dos períodos de transición climática en el año. Se pasa gradualmente de una etapa de tiempo seco, con algunas precipitaciones aisladas, a otra de intensas lluvias, con intermitentes momentos de sol. El fenómeno de variabilidad en el clima se extiende de marzo hasta mediados de abril y el otro período es entre octubre y noviembre, siendo más intenso el que estamos afrontando actualmente.

Durante este tiempo, nuestro Valle de Aburrá, por su condición geomorfológica, su estrechez y su relieve montañoso, presenta condiciones atmosféricas que no se dan en otras ciudades, pues sus topografías son distintas y las condiciones metereológicas también lo son.

Lo que pasa en esta “tacita de plata” es que la poca radiación del sol, que no penetra la nubosidad que llega con la etapa húmeda, impide que se caliente la superficie del Valle y la concentración de gases contaminantes se quedan a baja altura y los vientos que corren por encima de las montañas no logran dispersarlos. Como no circulan y se quedan atrapados en esa tapa a presión que son las nubes, la concentración de material particulado y demás contaminantes aumenta a niveles muy superiores a los permitidos para asegurar una calidad del aire que no afecte la salud de las personas.

Esa situación no se da de un momento para otro, sino que demanda varios días y es por eso por lo que las estaciones de monitoreo de calidad del aire que maneja el Sistema de Alerta Temprada (Siata) cambian de color cuando los límites establecidos pasan de un estado a otro. Esto es, de color verde a naranja (estado de prevención), de naranja a rojo (estado de alerta) y de rojo a violeta (estado de emergencia). El Valle de Aburrá no ha estado nunca en estado de emergencia. Hace algunos días, se presentó un estado de prevención y estuvimos dos días y medio en estado de alerta roja, que implicó restricciones más duras en la movilidad y mayores controles en los procesos de producción de las empresas asentadas en el Valle de Aburrá.

Todo el marco regulatorio y de acciones por la calidad del aire está contenido en el Plan Integral de la Calidad del Aire (Pigeca) que fue aprobado por la Junta Metropolitana en diciembre de 2017, después de un largo proceso de diálogo y concertación con todos los actores del territorio, cuyos elementos centrales hacen parte de este informe especial de El Metropolitano.

Esos instrumentos tienen acciones en el corto, mediano y largo plazo, pero, sin duda, la participación ciudadana hace la diferencia en todas las etapas del proceso. El Plan Integral ya pasó una primera prueba y fue así como el territorio metropolitano pudo anticiparse a una contingencia atmosférica mucho más compleja, de no haberse tomado las decisiones que se tomaron hace poco más de dos semanas, cuando se extendió el pico y placa a seis dígitos, se amplió el horario de restricción y se incluyeron las motos de 4 tiempos, las volquetas y los camiones, incluso durante los sábados. Las medidas estuvieron vigentes dos días y medio, cuando la alerta roja, cambió y volvimos a la fase de prevención, que está vigente hasta el 7 de abril.


Este informe especial da cuenta de ello y de todas las acciones que se vienen implementando bajo los criterios del Plan Integral (Pigeca) y del llamado Protocolo para Enfrentar los Episodios de Contaminación Atmosférica (Poeca).​