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​“Somos un valle estrecho cruzado por el río”, ​esa puede ser la definición más elemental de la cuenca del Río Aburrá-Medellín que hoy integra a más de tres millones y medio de habitantes de 10 municipios en el territorio metropolitano. Hoy pocos recuerdan que hace 100 años,  mientras empezaba tímidamente a ​​crecer el número de habitantes, muchas zonas del valle eran anegadas por las crecientes del río en época de lluvias y, como con la historia de muchos otros ríos, también se llevó casas y causó pérdidas irreparables.

Canalizar el principal río de la región solucionaba inicialmente esos problemas de desbordamiento, pero no significaba desconocer las dinámicas propias de un cuerpo natural que tiene memoria, al que hay que cuidar y sobre el que hay que aplicar medidas de monitoreo y prevención para que haya una sana convivencia con los demás seres que habitan la subregión; tareas estas últimas que ha asumido con liderazgo el Área Metropolitana del Valle de Aburrá en los últimos años.
 
Tanto los períodos que se denominan de invierno como los de verano, exigen tareas de mantenimiento que no pueden parar. Según el Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá - SIATA - en la primera temporada de lluvias de 2018, durante los meses de marzo, abril y mayo, se observó un incremento en los niveles base del río Aburrá-Medellín y adicionalmente, se sumó la rápida respuesta de sus afluentes ante los múltiples eventos de precipitación ocurridos en el mes de mayo.