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Las maneras que ha elegido el ser humano para habitar la Tierra son la principal causa de un mal que amenaza su propia existencia: la contaminación del aire. La situación es alarmante y la falta de aire puro es un problema prioritario en las concentraciones urbanas de todo el planeta. Mientras India ya sobrepasó los índices de contaminación atmosférica de China - los dos países más poblados del mundo - y Barcelona (España) y Ciudad de México (México) están a punto de entrar en emergencia, muchas personas insisten en encender los motores, quemar combustibles, indiferentes ante esta realidad.
La crisis por contaminación atmosférica es, sin duda, una contingencia planetaria, y el Valle de Aburrá no es la excepción. Con más de 4 millones de habitantes respirando el mismo aire, el derecho a la salud de los ciudadanos se convierte en el centro de toda estrategia para mitigar los daños ocasionados y controlar la contaminación del aire en el corto y largo plazo, pues está ligado al derecho a la vida y, por lo tanto, a las condiciones ambientales que hacen parte de los derechos colectivos expresados en la Constitución Política de Colombia, nuestro pacto fundamental.

Un problema que no se ve, pero que respiramos.

Se ha comprobado que la exposición a altas concentraciones de pequeñas partículas tiene una relación directa con el aumento de la mortalidad, el desarrollo de enfermedades respiratorias y otras derivadas. Cifras de la Organización Mundial de la Salud revelan que el 90% de la población urbana del mundo no respira aire limpio y que en 2012 se presentaron 6,5 millones de muertes asociadas a la contaminación del aire, lo que equivale al 11,6% de todas las muertes.
Sin embargo, no son nuevos los esfuerzos de científicos, organizaciones y gobiernos locales y extranjeros por controlar la contaminación atmosférica y sus efectos en la salud. En el caso del Valle de Aburrá, estos se hicieron evidentes en 1992, cuando algunas instituciones, por invitación de la Dirección Seccional de Salud de Antioquia, conformaron un grupo interdisciplinario para el trabajo coordinado de la vigilancia de la calidad del aire.

Fruto de dicha iniciativa, nació RedAire, que para 1995 ya contaba con doce equipos de monitoreo (incluyendo la evaluación de las condiciones meteorológicas) y buscaba  implantar un modelo de dispersión de contaminantes atmosféricos para el Valle de Aburrá. De este modo, gracias a la tarea responsable de entidades públicas y privadas, el territorio ya contaba en 2010 con un monitoreo sistemático que llevó al Área Metropolitana del Valle de Aburrá a integrarse a RedAire.

Sin embargo, aunque los resultados son tangibles, la calidad del aire atraviesa episodios críticos en todo el orbe, y los esfuerzos deben ser mayores, comprometer más actores además de los que ya participan en la solución de esta problemática. Comprender el fenómeno de la acumulación de contaminantes y entender la corresponsabilidad de todos en todas las ciudades son factores que deben analizarse a la hora de trazar un plan de descontaminación integral y que busque prevenir y enfrentar contingencias por contaminación del aire.

CONDICIONES COMPARTIDAS EN EL MUNDO


Acelerado crecimiento urbano

El mundo se enfrenta a múltiples factores que aceleran el mal estado del aire que respiramos; el primero de estos factores, y raíz de muchos otros, es el crecimiento urbano. Según el Banco Mundial en 2017 el 54% de la población del planeta se encontraba en centros urbanos, cuando en 1960 sólo el 33% vivía en las ciudades; y utilizando los datos de Naciones Unidas, se calcula en 1.064 las áreas urbanizadas en el mundo, con más de 500 mil habitantes, concentraciones propensas a tener problemas con el aire. El Valle de Aburrá, 10 municipios conurbados y urbanizados de forma indiscriminada con el pasar de los años, genera emisiones de contaminantes resultado de actividades humanas en masa como el transporte automotor y la producción industrial. Las cifras lo explican todo: los 3.866.000 habitantes que tiene el Área Metropolitana están ubicados en 1.157 kilómetros cuadrados, mientras que Antioquia tiene 6.535.000 habitantes en una extensión de más de 63.600 kilómetros cuadrados. Eso quiere decir que el 58,5% de la población del departamento de Antioquia está ubicada en el 1,8% del área total.

Lo cierto es que, año tras año, así como en distintos puntos de la Tierra, aumentan los habitantes en las ciudades, el consumo y, por lo tanto, la contaminación.

Geografía y condición morfológica

El segundo factor es la morfología del territorio. Nuestras condiciones geográficas (Valle rodeado de montañas) y climáticas (cambios predecibles anualizados de temporada seca a temporada de lluvias y viceversa)  afectan la dispersión de los gases y las partículas generadas por la industria, el transporte y los hogares. Además, se ha demostrado que la ubicación de una gran urbe dentro de un valle o cadena de montañas, puede tener un efecto negativo sobre la dispersión de contaminantes, caso del Valle de Aburrá, cuyos municipios están asentados en un valle estrecho, rodeado de altas montañas.

Clima y condiciones meteorológicas

El tercer factor es la condición meteorológica que, sumada a la morfología mencionada, incide en la concentración de contaminantes atmosféricos. En este nivel se encuentran la temperatura ambiental, la humedad, la cantidad de lluvias, la velocidad y dirección del viento, la estabilidad y presión atmosférica y la altura sobre el nivel del mar. En lo local, la condición meteorológica del Valle de Aburrá, propia de una región tropical, afecta  la ventilación escasa y la formación de nubes a baja altura, lo que evita la dispersión de los contaminantes en capas superiores de la atmósfera.


Capas que impiden que el aire contaminado se disperse

El cuarto factor es la inversión térmica, fenómeno que va en contra de la lógica de temperaturas (más frío en zonas altas y más calor en zonas bajas), lo que dificulta la circulación del aire. Esta inversión ocurre preferentemente en las mañanas y, con la disminución de la velocidad del viento, ocasiona que los contaminantes se queden a ras de piso más tiempo del normal, lo que impide que asciendan y salgan del Valle, propiciando la formación de contaminantes secundarios por química atmosférica.

Estos cuatro fenómenos han confluido en ciudades como Beijing (una llanura entre montañas), Londres (una llanura aluvial), Santiago de Chile (planicie entre montañas), Los Ángeles (valle entre montañas), París (sabana), Ciudad de México (valle entre montañas) y Madrid (meseta). También el Valle de Aburrá, desde su institución responsable en temas ambientales urbanos -el Área Metropolitana - adelanta políticas y medidas concertadas que los gobiernos de las mencionadas ciudades también implementan para contener las contingencias. Es más, todas las ciudades mencionadas han implementado días de no carro, restricción vehicular, ciclo-movilidad, políticas que impactan el desarrollo territorial y el urbanismo, renovación del parque automotor, uso de tecnologías limpias, aplicación de incentivos y restricción y reubicación de las industrias.
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