Día internacional contra el ruido
 
Un día para entender el ruido y el silencio

Los sonidos de la vida diaria nos sumergen en una especie de ilusión aural que nos nutre de información relevante para movernos en nuestro hábitat. La escucha es un proceso activo que nos permite oír a larga distancia e incluso traspasar ciertas barreras físicas que el ojo no puede; por lo que podemos concluir que nuestra realidad depende de lo que escuchamos, ese cúmulo de sonidos que puede revelar hasta la característica más pequeña en un entorno de múltiples capas, una experiencia que la visión por sí sola no puede replicar.

La perspectiva histórica con respecto a lo que escuchamos, es algo que de forma obligatoria debemos inferir gracias a esa conciencia auditiva con la que muchos han intentado describirnos sus sensaciones y experiencias. Murray Schafer (2006) describe el momento en que el escritor Chateaubriand conoce las cataratas del Niágara y nos relata su emoción al percibirlas 10 km. antes de llegar a ellas 1. Esta naturaleza y conciencia auditiva, además de darle una particular autenticidad a la escritura literaria, también nos indica la intensidad de ese sonido en una época en la que los instrumentos de medición eran inimaginables.

Sin embargo, se trataba de una percepción del entorno muy diferente a la que tenemos hoy día, un hábitat controlado por los seres humanos y saturado por los sonidos generados por el hombre (Antropofonía), inmerso en un nuevo paisaje sonoro repleto de sonidos artificiales en el que la naturaleza y su Geofonía (sonidos de la Tierra) está cada vez más lejos. De ahí que Bernie Krause (2012) defina el ruido como "desecho auditivo" o "basura audible" y que culpe al ser humano por la vasta cantidad de ruido en nuestro medio; un ruido que rápidamente calla esa hermosa orquesta natural con la que nuestros antepasados convivían a diario y que para nosotros se convierte en un simple recuerdo 2.

Pero en un día como hoy que estamos hablando de concienciación sobre el ruido, ¿Sabemos en realidad que es el ruido? ¿Hacemos algo en nuestra vida diaria para no producir ruidos molestos?

Hablamos de contaminación auditiva y de ruido en todo momento, pero estamos en una época en la que hemos convivido tanto con él que es necesario replantear ese concepto que tenemos y los efectos que el ruido puede desencadenar en nuestra vida. Se trata pues de repensar el ruido más desde su forma y enfocarlo en cómo se percibe realmente. Es un cambio del paradigma basado en la percepción individual y el contexto, una perspectiva en la que el ruido puede ser algo dañino a los oídos o no, puede ser malo o no, porque cuando hablamos de ruido en la actualidad, podemos hablar de cualquier cosa.

Es cierto que ruido es todo aquel sonido que el cerebro por más que intente, no puede ignorar, y es muy clara la conciencia que el ser humano tiene en la actualidad sobre éste y la preocupación que genera cada vez más, eso que llaman contaminación auditiva. Es cierto también que el desarrollo desmedido de las ciudades y su inadecuada planificación han llevado a una saturación exagerada en muchos aspectos; y también es cierto que el ruido urbano es causante de problemas de tensión arterial, estrés, dolor de cabeza, entre otros; pero también debemos tener en cuenta que es necesario educar a las personas sobre cómo convivir con el ruido, cómo entender el silencio y aprender a conocerlos y diferenciarlos.

En otras palabras, al ser el ruido un concepto ambivalente que depende de la subjetividad de cada individuo y de su propósito de percepción, lo que para unos es ruido para otros puede no serlo. Por consiguiente, podemos incluso considerar como música a aquellos sonidos que con anterioridad reconocíamos como ajenos de lo musical; es decir, dependiendo de la situación y el contexto en que se escuche, ruido puede ser el sonido del despegar de un avión, el canto de los pájaros, el fluir incesante del río o el Primer movimiento de la Sinfonía Clásica de Prokofiev.

Para entender esto de la contaminación auditiva y la importancia del silencio, es necesario desestigmatizar el concepto de ruido, dejar de verlo como una condición maligna en sí misma y una característica exclusiva de un mundo postindustrial influenciado por el hombre.  También es necesario entender el silencio y aprender a escucharse a sí mismo y los sonidos que nuestro cuerpo produce.
 
Es necesario desde la educación, entender que es muy difícil poderle pedir a una persona que haga silencio, si nunca lo ha conocido en realidad o lo ha interiorizado; si desde niño ha vivido en un ambiente atestado de sonidos de tráfico, murmullos eléctricos, equipos de sonido emitiendo músicas de todo tipo y el barullo de la familia y los vecinos. Es desde ahí, desde el momento en que el ser humano se escucha a sí mismo, que logra comprender el silencio y la importancia de éste, que puede comenzar a demandarlo y a valorar la importancia del oído como sentido y del proceso de escucha. También desde ahí, puede entender lo que en realidad es el ruido y experimentar el hecho de que todos los ruidos no son nocivos.

Ya Schaeffer (1966) puntualizaba la importancia de la educación como solución a problemas tan complejos como la contaminación auditiva, explicando que la única forma de exigirle una conducta de este tipo a una sociedad, es desde la interiorización del concepto:

“Si existe un problema de contaminación auditiva en el mundo hoy, se debe en parte y con certeza, al hecho de que los maestros de música han fallado en educar y concienciar a la población sobre el universo sonoro, que, desde 1913, dejó de estar dividido en reinos musicales y no musicales.” 3
 
Por consiguiente, desde el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, hemos comenzado a trabajar en campañas que traten este problema de salud pública y aprovechamos el día de hoy para poner este tema sobre la mesa. Desde estas apuestas y las mesas de trabajo que se están realizando, buscamos apuntar hacia esa sensibilización por la escucha como práctica de percepción, que ayude al ciudadano metropolitano a entender el entorno y sus dimensiones socioculturales, de tal manera que lo motive a vincularse con otros espacios y sistemas de comprensión que, con seguridad, no han sido explorados en el pasado. Es por eso que entender la importancia del oído como sentido y el silencio como expresión humana, son de gran importancia en la búsqueda de nuestro bienestar como sociedad.​

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 Referencias

1. Schafer, R. M. (2006). The soundscape: our sonic environment and the tuning of the world. Rochester: Vt: Destiny Books. p. 8

2. Krause, B. (2012). The great animal orchestra: finding the origins of music in the worlds wild places. New York: Little, Brown and Company. p. 157

3. Schaeffer, P. (1966). Tratado de los objetos musicales. Madrid: Alianza. p. 111​​