Nuestra historia está vinculada con los árboles. Su existencia es indispensable para la vida en el planeta y sus bondades nos benefician de múltiples maneras. Hay árboles que nos cuentan la historia de la ciudad y que terminan por ser parte de la idiosincrasia del territorio. Otros además, los asociamos a momentos de nuestra infancia y se convierten en formas de volver al pasado. De cualquier manera, los árboles son esenciales para nuestro bienestar y el de los ecosistemas.

 

Conocer los árboles es otra manera de aprovechar sus beneficios y es un viaje que vale la pena emprender. Al tratar de comprenderlos nos adentramos en una experiencia estética única y memorable. Desde sus ramas que son hogar de aves, pasando por sus troncos coloreados con musgos y líquenes, hasta sus raíces donde se crean complejos mundos entre insectos y hongos, los árboles nos muestran las complejas relaciones que se tejen a su alrededor y con ello su importancia para la vida en la tierra.

 

En las floraciones, los árboles nos asombran con su ingenio para dispersar el polen, algunos se valen del viento, otros exhalan dulces aromas para que murciélagos, colibríes y mariposas sean mensajeros eficaces entre flores lejanas. Los frutos, por otra parte, son dispersados de las maneras más insospechadas: el guayacán y el gualanday, por ejemplo, desarrollaron semillas aladas para volar entre las caprichosas corrientes de aire; los yarumos brindan sus frutos a las aves para que, una vez ingeridas, se desplacen y germinen en remotos lugares. La ceiba bruja se vale del impulso explosivo de su fruto para dispersar las semillas, el fruto, una vez maduro, estalla disparando las semillas a altas velocidades y lejanas distancias. A través de su polen y sus semillas, los árboles, aparentemente estáticos, han encontrado maneras de viajar, de estar en todas partes.

 

Al contemplar estos eventos de la naturaleza nos percatamos de la diversidad que albergan los árboles, permitiéndonos entender el territorio como un espacio que debe ser compartido con otras formas de vida. En las Áreas Protegidas declaradas del Valle de Aburrá hay una oportunidad para que los ciudadanos renovemos la conexión indisoluble que existe con los árboles y la vida que los rodea. Las Áreas Protegidas son espacios que permiten que las interacciones naturales entre árboles y otros organismos se lleven a cabo en medio de las ciudades. Celebremos la existencia de nuestros árboles visitando las Áreas Protegidas.