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La gestión del riesgo asociada a los caracoles invasores promueve la protección de los moluscos nativos

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La presencia de los caracoles invasores representa un riesgo para la salud pública, los ecosistemas, la economía y el bienestar de los moluscos nativos, por ello, con procesos educativos, acompañamiento, articulaciones institucionales e investigación, la Unidad de Gestión del Riesgo apoya a los 10 municipios del Valle de Aburrá en su control.

Viajar al mar y acercar una concha de caracol marina vacía al oído, puede ser de las primeras nociones que desde niños podamos recordar con esta variada familia de moluscos; además de las fantásticas caricaturas que presentan diferentes tipos de este grupo taxonómico con personalidades únicas o como mascotas, como es el caso de Gary el animal de compañía de Bob Esponja, el protagonista de esta serie animada estadounidense, o Turbo, un caracol de jardín que protagoniza la película que lleva su nombre, dirigida por David Soren. Estos escenarios pueden generar una simpatía general con estos invertebrados, a tal punto que, al ver cualquier tipo de caracol en algún parque o una zona verde, puede ser, para algunos, una oportunidad para interactuar con ellos o para tener una nueva mascota y llevarla a casa pero, ¿hay algún problema con esto?

Para responder de la forma acertada esta pregunta, es necesario aprender a identificarlos y saber qué tipo de especies son las más frecuentes en el Valle de Aburrá, ya que en Colombia hay alrededor de 270 especies nativas, por eso es considerado el tercer país más diverso en caracoles terrestres del mundo. En nuestro territorio, además de los caracoles nativos, habitan los llamados caracoles invasores, es decir, moluscos que antes no estaban y que fueron introducidos por acciones humanas directas o indirectas a nuestro territorio ya sea por razones económicas o culturales, representando un riesgo para la salud pública, el medio ambiente y la economía.

Específicamente, en el Valle de Aburrá están presentes dos especies de caracoles invasores que son: el caracol de jardín (Helix aspersa), cuya concha es en roseta, cuando es adulto alcanza una longitud de 4.5 cm; y el caracol gigante africano (Achatina fulica), que tiene una concha en forma de cono que puede alcanzar los 13 cm. En este punto, valdría la pena preguntarse, ¿por qué representan un riesgo?, se debe a que son especies que están fuera de su espacio natural, no tienen depredadores potenciales y las condiciones climáticas favorecen su establecimiento y reproducción (como puede verse a continuación en las ilustraciones). 

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“Ambas especies pueden poner huevos durante toda su vida. El caracol de jardín, que se alimenta principalmente de hortalizas, pone entre 40 y 120 huevos en una postura y el africano entre 100 y 600, además, son hermafroditas, así que reproducirse no representa ninguna dificultad. Este último aprovecha todos los recursos disponibles, es decir 'de todo lo que haya': basura, heces, plantas, frutos, rocas, cemento, animales en descomposición, etc. Por eso, al alimentarse de heces de ratones u otros animales, pueden trasladar parásitos de un lado a otro mediante su baba, que les funciona como un protector, pero que a la vez es un medio de transporte para enfermedades que afectan a los seres humanos", explica Diana David, zootecnista, magister en Ciencias Ambientales e integrante de la Unidad de Gestión del Riesgo del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA). 

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Ahora, volvamos a la pregunta inicial: ¿por qué lo ideal es no tener como mascota un caracol, ya sea nativo o invasor?, porque primero, los caracoles son considerados fauna silvestre y pertenecen a la Nación, su tenencia es ilegal; segundo, la conservación y manejo adecuado del hábitat de los caracoles nativos es fundamental, ya que son especies protegidas por la amplia normatividad ambiental colombiana (Decreto 2811 de 1974, Decreto 1608 de 1978, Decreto 1076 de 2015, Ley 1333 de 2009 y Ley 2111 de 2021); también, estaríamos evitando que cumplan sus funciones biológicas en los ecosistemas: como el reciclaje de nutrientes, ente otras. Por el contrario, cuando se trata de una especie invasora, esta podría representar un riesgo ecológico, por el desplazamiento que provoca en las especies nativas, producto de la competencia por los recursos. Por eso, lo que recomiendan los expertos del Área Metropolitana del Valle de Aburrá cuando veas a un caracol, es:

  • Identificar antes de actuar: si ves un caracol y no sabes qué especie es, reporta el caso por medio de los canales de atención de la Entidad, la línea telefónica (604) 385 60 00, el correo electrónico atencionausuario@metropol.gov.co​, la página web www.metropol.gov.co​; así como por las redes sociales. Lo ideal sería acompañar la información con una foto de los caracoles para direccionar mejor la atención.

  • Poner en cuarentena el material vegetal (plantas, tierra de abono, etc.) adquirido: esto con el fin de que se pueda descartar cualquier probabilidad de que haya huevos o caracoles, tanto en las plantas para el hogar, como en proyectos de ornamentación o incluso en intervenciones municipales. Lo ideal es que se pueda observar constantemente por lo menos durante 20 días.

  • El rastro de los caracoles permite su identificación: si no ves el caracol, pero observas pequeñas cintas de heces, es decir camino de baba que suele verse brillante, huevos y hojas perforadas (forrajeo), puedes compartir esas fotografías con el personal experto para determinar si se trata de un caracol o no.

  • La solución no es trasladar el problema: evita arrojar caracoles a fuentes hídricas, ya que ellos pueden trasladarse fácilmente de un lugar a otro mediante afluentes de agua; tampoco los tires a la basura ya que les estarías suministrando una gran cantidad de alimento que aseguraría su permanencia y reproducción; y menos trasladarlo de una zona verde a otra, pues se ha identificado que de esta manera se facilita su dispersión en todo el territorio. Por eso, acércate a la autoridad ambiental para reportar el caso.

  • Si tocaste un caracol evita acercarte las manos a ojos, nariz y boca, y lávate las manos adecuadamente con agua y jabón. Recuerda que la baba de estos moluscos no es venenosa ni tóxica, pero sí puede transmitir enfermedades.

  • Si se trata de un caracol nativo, déjalo en su hábitat para que continúe prestando los servicios ecosistémicos tan importantes como el reciclaje de nutrientes, la aireación del suelo, el control biológico, la polinización de algunos hongos, el ser refugio de algunos invertebrados a través de sus conchas y el ser alimento para otros animales.

Si quieres saber cómo llegaron los caracoles invasores al país y aprender más sobre sus características físicas y manejo, consulta la cartilla Caracoles nativos e invasores. Aspectos básicos de manejo, control, conservación e identificación de algunos caracoles presentes en el Valle de Aburrá, una publicación que se logró gracias al Convenio 987 de 2020, entre el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y la Sociedad de Mejoras Públicas - Parque de la Conservación. 

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Un equipo para la atención del riesgo asociado a la biodiversidad

Por mucho tiempo los caracoles invasores vivieron en la clandestinidad, su presencia no era tan notoria, pero con el paso de los años se comenzó a evidenciar el crecimiento de su población en espacios públicos, casas, conjuntos residenciales e instituciones educativas, entre otros, que llamó la atención de la ciudadanía y de las autoridades competentes. Como respuesta a esto, a partir de 2016, el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, desde la Subdirección Ambiental, empezó a acompañar a los municipios y a generar, en articulación con otras instituciones y las comunidades, un protocolo de atención para estos casos. Fue entonces cuando surgió el equipo de Riesgo Asociado a la Biodiversidad, adscrito a la Unidad de Gestión del Riesgo, que cuenta con dos líneas de trabajo: uno enfocado a polinizadores, que abarca todo lo relacionado con el manejo integral de abejas con aguijón y avispas; y otro a caracoles invasores, que agrupa todo lo respectivo al manejo integral de los caracoles invasores mencionados anteriormente.

“La Resolución 848 de 2008 nos autoriza a dar caza de control a este tipo de especies invasoras como es en el caso del caracol de jardín y el caracol africano, si están en vida silvestre hay que cazarlos, y de ninguna manera está autorizada la crianza del caracol africano en el país", explica David.

Buscando siempre preservar las especies nativas, este equipo interdisciplinario de trabajo promueve y practica una caza manual y una disposición final de los mismos, mediados por un protocolo de bioseguridad. 



“El Área Metropolitana del Valle de Aburrá recomienda hacer un control manual, el cual consiste en que nosotros como autoridad ambiental, vamos, los identificamos, evaluamos si se trata de un juvenil, un adulto y a partir de ahí calculamos el tiempo que puedan llevar en el punto y se programa una jornada con la comunidad o con la persona responsable, según el lugar donde esté, no solo para recoger a los caracoles vivos sino también huevos y cadáveres que se encuentren de la especie. También se les enseña el manejo y cómo se debe tratar esta especie, los cuidados que se deben tener para manejarlo: guantes, tapabocas, alcohol, lavado de manos, usar busos, pantalones, botas, y con estos conocimientos la comunidad sigue haciendo la recolección, luego nosotros vamos y hacemos visitas periódicas para acompañarla y hacer la disposición final. Este proceso también contempla un componente y es el de salud ambiental donde las comunidades deben procurar un correcto manejo de residuos, limpieza, orden y mantenimiento", explica Omar Edgar Tobón Marín, ingeniero e integrante de la Unidad de Gestión del Riesgo del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

Teniendo en cuenta que el equipo de la unidad de Gestión del Riesgo del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, no alcanza a cubrir la demanda de los 10 municipios, se establece la articulación con cada uno de los municipios de su jurisdicción para brindar un acompañamiento y fortalecimiento para el manejo integral de los caracoles invasores en cada uno de sus territorios, entre las acciones que contempla dicha articulación están: capacitaciones, jornadas interinstitucionales, colectas, recepciones de caracoles y su disposición final, todo esto se realiza bajo los principios de la educación ambiental, para que mediante el conocimiento los municipios y las comunidades estén preparadas para actuar de forma acertada en los territorios. Así mismo, mediante convenios con otras instituciones interesadas en el tema, no solo se ha logrado desarrollar una estrategia para controlar los caracoles invasores, si no también generar contenido educativo, apuestas de investigación, fortalecimiento de los protocolos de atención, entre otros, que ha hecho de su trabajo una apuesta integral, que no solo se preocupa por controlar a las especies invasoras sino también por proteger a las nativas.

Actualmente, la Entidad está ejecutando un convenio con la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín -Parque de la Conservación cuyo objetivo es hacer frente a esta problemática en los 10 municipios del Valle de Aburrá, y cuenta con una inversión de $860.489.000, de los cuales el Área Metropolitana del Valle de Aburrá aportó $599.600.000 y la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín – Parque de la Conservación El Parque de la Conservación, $260.890.00. Mediante esta apuesta, se ha logrado aumentar la capacidad de respuesta, de recolección y disposición final de los caracoles invasores, además de agregar un componente muy importante que es  la investigación, no solo para hacerle seguimiento a algunos sectores de mayor complejidad por la presencia de estos moluscos, sino también, para identificar qué otros posibles productos orgánicos pueden servir para controlar su población, y qué otras alternativas de disposición final pueden brindarse en un territorio urbano, diferente a la incineración.

 

 


“Entre las propuestas ha sido el ají, porque la apuesta es que no sea un molusquicida, sino un producto orgánico, nosotros utilizamos cal y es efectivo hasta cierto punto, ya que con el agua lluvia puede perder parte de su efectividad, y aunque hay algunos productos que se pueden usar, preferimos no hacerlo, dado que hay zonas verdes que intervenimos donde pueden llegar niños, mascotas u otro tipo de animales silvestres y así evitamos afectar otras vidas. Por ejemplo, cuando encontramos especies nativas como anfibios, babosas y caracoles nativos, los retiramos para que no se vayan a afectar, los ponemos en otro pedacito de manga con el fin que no les caiga cal ni nada, para que no mueran. Pero, eso no es todo, además de este tipo de investigación, se hará otra utilizando muestras de diferentes caracoles escogidos al azar en el Valle de Aburrá para identificar si hay presencia del nematodo que genera la meningoencefalitis, que consiste en una inflamación del cerebro y de los tejidos que lo rodean, esto se considera el mayor riesgo para la salud pública", explica Ana María Salazar Torres, ingeniera e integrante de la Unidad de Gestión del Riesgo.​

A estas investigaciones se suma otra sobre alternativas para la disposición final de los caracoles, ya que actualmente, luego de ser recolectados manualmente bajo todos los protocolos de bioseguridad necesarios y preservando la vida de otras especies, se empacan en bolsas, las cuales son sometidas a congelación que les causa la muerte a los caracoles, posteriormente los cadáveres son incinerados con el fin de obtener una ceniza inocua; pero lo que se busca con el estudio es “buscar una alternativa a la incineración, se ha estado hablando de compostaje, con el fin de que su muerte no sea en vano, para devolverle a la tierra algo que viene de ella", agrega la ingeniera Salazar.


Copacabana, un caso de articulación exitoso

“Nosotros teníamos unas jardineras llenas, pero en las noches parecía como si tuvieran pecas, puntos negros por todos lados, inclusive los caracoles salían a la calle, al pavimento, en varias ocasiones los carros les pasaban encima o la gente en su desconocimiento los veían y los pisaban", cuenta Héctor Jaime Acevedo Echeverri, el líder la Junta de Acción Comunal del barrio La Asunción Parte Baja, quien lideró la articulación comunitaria entre el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y demás instituciones que hicieron parte del proceso del manejo integral del caracol africano.

Según narra Acevedo, se sospecha que la presencia del caracol africano en su territorio se dio luego de que en noviembre de 2018 se desbordara el Río Aburrá-Medellín e inundara algunas zonas aledañas. Al ver la situación reportaron a la autoridad ambiental lo que estaba pasando y con el apoyo de profesionales de la Unidad de Gestión del Riesgo del Área Metropolitana del Valle de Aburrá lograron comprender más sobre esta especie, así como cuál debía ser su manejo.

Como resultado de este proceso de sensibilización educativa y de articulación con el AMVA se logró, en compañía de profesionales pertenecientes al convenio 987 de 2020 con el Parque de la Conservación, la comunidad aledaña, el cuerpo de Bomberos y las secretarías de Salud, de Agricultura y Medio Ambiente del municipio de Copacabana, hacer cinco jornadas para la aplicación del protocolo establecido por la Entidad (colecta de caracoles, aplicación de cal, disposición final) entre noviembre de 2020 y junio de 2021, que permitieron un exitoso control de esta especie invasora en la zona.

“En promedio éramos casi 40 y 50 personas, pero con todo el equipo de trabajo, con bomberos, con personal de la administración y de la comunidad. Gracias al voz a voz, tocando puertas, diciéndole a las personas cuál era la problemática, los cuidados que se debían tener, así como por medio de los grupos de Facebook y de WhatsApp, logramos acercar a la comunidad a todo lo que venía pasando y así llamar su atención. También logramos establecer un cronograma de trabajo para poder llevar a cabo, de una manera muy oportuna, la intervención de este lugar", agrega el líder Acevedo.

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Actualmente esta intervención es considerada como un caso exitoso, pues, aunque el caracol africano parece  haber sido erradicado de varios separados viales del barrio La Asunción, aún es “temprano", en términos biológicos, para confirmarlo. Pero, de lo más satisfactorio de este proceso es el conocimiento con el que actualmente cuenta la comunidad para actuar adecuadamente ante esta situación y seguir aportando a su control. 

El manejo integral de los caracoles invasores, que también se enfoca en salvaguardar las especies nativas, es el pilar del equipo del Riesgo Asociado a la Biodiversidad del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, cuyo trabajo, sin la necesaria y urgente articulación con los municipios, cuerpos de bomberos y la apropiación comunitaria, no sería posible.