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Experiencias metropolitanas de mitigación de gases de efecto invernadero que inspiran 

Conscientes de que para enfrentar el cambio climático es necesario reunir esfuerzos entre todos los sectores de la sociedad, resaltamos algunas de las iniciativas enfocadas en la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero en la región, desde el sector privado.

Los gases de efecto invernadero (GEI), son captadores y emisores de calor, es decir se trata de componentes gaseosos de la atmósfera, de origen natural o humano, que al quedarse suspendidos en ella pueden retener la radiación solar que entra a la Tierra, aumentando progresivamente la temperatura global promedio, que influye en el aumento de eventos climáticos extremos que ponen en riesgo la vida como hoy la conocemos y que llamamos cambio climático.

Por ello, reunir esfuerzos enfocados en la mitigación de emisiones de GEI por cuenta de acciones humanas, que según el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), son las principales causantes de la crisis climática, resulta fundamental para avanzar hacia un #FuturoSostenible. 

Gracias a la Escuela de Periodismo sobre Cambio Climático de Antioquia, en el marco del proyecto Colombia Baja en Carbono, que hace parte de la iniciativa internacional del Clima IKI del Ministerio Federal para el Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad de Alemania, pudimos conocer tres experiencias que expondremos en esta entrega, asociadas a la mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la región, desde diferentes sectores, que es justo una de las líneas de nuestro Plan de Acción Ante el Cambio y Variabilidad Climática del Valle de Aburrá (PAC&VC).


​​Metro de Medellín alarga 25 años más la vida útil de la mitad de su flota


En el Valle de Aburrá, el sector transporte aporta un 43 % de CO2 a la atmósfera, según el Inventario de gases de efecto invernadero por sectores (2019) liderado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Por eso el compromiso de este sector en el área metropolitana es fundamental para alcanzar la meta de reducción de emisiones en un 48 % para el 2030, según la meta propuesta en nuestro PAC&VC.

Teniendo en cuenta este panorama, es que resaltamos lo que actualmente adelanta el Metro de Medellín, al trabajar en la remodelación de 42 trenes con los que comenzó a operar hace 27 años. Este proceso le apunta, además, al ahorro de energía y al fortalecimiento de la investigación científica y tecnológica local. Pues comprar trenes nuevos implicaría un coste muy alto, además de un impacto ambiental negativo debido a los procesos de disposición final, a la importación de nuevos trenes y la fabricación de los mismos. Por ello, esta empresa de transporte público creó en 2019, durante la pandemia, unos talleres, más conocidos como la Fábrica de Trenes.

En estos altos y amplios escenarios, parecidos a unas bodegas, los técnicos, mediante diferentes procesos y desarrollos tecnológicos hechos junto a la academia local, han logrado desarrollar alrededor de 779 piezas de las más de mil que componen la estructura de funcionamiento de los trenes, entre 2020 y el 2022, que les han representado un ahorro de $ 49 mil millones de pesos; que de ser conseguidos en el extranjero significarían una mayor huella de carbono por su importación, debido a  que el transporte aéreo o marítimo y la carga implica un gasto energético mayor.

“Algunas ciudades como Nueva York desecharon sus trenes en el Río Hudson y en Europa los han desmantelado. Pero ha habido un impulso mundial, en los últimos años, enfocado en la renovación y no al desecho de trenes para darles una mayor vida útil, y eso es lo que estamos haciendo nosotros, utilizando los mismos vehículos, pero cambiando muchos equipos con nueva tecnología”, explica Augusto León Marín, ingeniero de confiabilidad de trenes, quien lleva más de 20 años en esta compañía.

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De los 42 trenes que buscan renovar, ya están en funcionamiento 22. En cada uno se han invertido alrededor de $ 1.792.420 dólares más IVA, una inversión mucho menor a la que se hubiese necesitado hacer con una flota totalmente nueva. 

Aunque el Metro es un medio de transporte sostenible, pues no cuenta con procesos que consuman combustibles fósiles que emitan GEI, su renovación permitirá un ahorro energético del 15 % en comparación con lo que se consumía antes; que en dinero se traduce a un capital anual de $ 4.495 millones. Entre otras mejoras se incluye una disminución de ruido del 6 %; el cambio de iluminación interna de los trenes a LED, el cambio de piso de madera por uno de fibra sintética que evita la tala de 1.100 árboles; además de un diseño interior que permite una mejor experiencia al usuario: más iluminado, cómodo y espacioso.

“Se trata de un vehículo preparado para la tecnología 4.0 que incorpora elementos de telecomunicaciones y transformación digital. Posee una serie de sensores que diagnostican fallas y se comunican con los softwares de suministros de la Empresa para contar con disponibilidad inmediata de repuestos”, precisa el Metro de Medellín en un comunicado. 

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La empresa Invesa desarrolla productos biológicos para el control de plagas en cultivos


Aunque el sector agricultura, silvicultura y otros usos del suelo, conocido como AFOLU, solo representa en el Valle de Aburrá el 3 % de las emisiones de GEI, según el Inventario de Gases de Efecto Invernadero (2019), “se estima que un cuarto de estas emisiones a nivel mundial, al año, proviene del sector agropecuario. (…) Los fertilizantes nitrogenados producen la liberación de gases como el óxido nitroso y el amoníaco, así como fugas de nitrato. El uso de pesticidas convencionales, tales como herbicidas, insecticidas y fungicidas, emiten gran cantidad de GEI, especialmente CO2, asociados a los procesos de producción, empaque y transporte”, señala el documento Impactos del cambio climático en la agricultura de Centroamérica, estrategias de mitigación y adaptación (2017) del proyecto CASCADA.

Invesa, una compañía antioqueña que produce insumos agrícolas ha decidido iniciar un proceso de transformación en su oferta para este sector. Fundada hace 64 años y ubicada en la zona rural de Girardota, la compañía busca disminuir el uso de insecticidas tradicionales en los cultivos con el fin de mitigar las emisiones de GEI, sin dejar de lado su presencia en el mercado. Así lo explica Margarita Hernández, jefe del área ambiental de la empresa: “A Invesa le interesa trabajar no en productos sino en soluciones integrales, por eso adquiere la empresa Soluciones Microbianas del Trópico, con unas patentes de hongos para el control de enfermedades y nutrición para el agro.  Sabemos que hoy hay una tendencia y es a disminuir el uso de químicos y sustituirlos por control biológico para el control de maleza”.

Esta apuesta, así como otras que tienen internamente, los ha llevado a crear su propio centro de investigación para desarrollar productos y mejorar sus procesos. Actualmente este espacio cuenta con alrededor de 12 profesionales de diferentes disciplinas contratados directamente por la empresa. 

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“Nosotros no creemos que el agroquímico como tal se reemplace, pero sí tiende a disminuir su uso y a complementarse con lo biológico porque hoy la seguridad alimentaria exige una producción más limpia. Pero, lo que hacemos es enseñar a complementarlos entre sí, nuestros técnicos de ventas todo el tiempo están capacitando a nuestros clientes en buenas prácticas, pero hay quienes son 100 % biológicos y les ofrecemos estas soluciones, pero hay otros que no creen en estas alternativas. La responsabilidad en este proceso no es solamente del producto químico que se aplica sino también del cultivador. Por eso buscamos ofrecer una asesoría integral para el buen manejo de estos insecticidas”, añade Hernández. 




Siembra Viva: un emprendimiento de agricultura orgánica en Santa Elena, Medellín


En la vereda Perico del corregimiento Santa Elena del Distrito de Ciencia, Tecnología e Innovación de Medellín, ubicada entre los límites con el municipio de Guarne, está la finca agroecológica Siembra Viva. Se trata de 10 hectáreas en las que se cultivan diferentes frutas y hortalizas con una metodología que les has permitido prescindir de los agroquímicos e insecticidas, en la mayor parte del proceso, haciendo sus productos totalmente orgánicos y con una baja emisión de GEI en su proceso de producción. 


“Nosotros vemos el suelo como algo vivo y trabajamos por mantener esa vida. En la agricultura convencional se usan agroquímicos, fertilizantes, biocidas; todo eso lo que hace es matar toda la vida que hay en el suelo, es decir elimina a los hongos, bacterias, nematodos, entre otros. Entonces lo que diferencia la agricultura regenerativa de la convencional es tratar el suelo como algo vivo, mediante diferentes prácticas”, explica Érica Grajales, ingeniera agrónoma, líder de la biofábrica de Siembra Viva.

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Algunas de las prácticas agroecológicas que los diferencia de la agricultura convencional  son: el proceso de aireado del suelo, el cual lo hacen de forma manual sin usar tractores, ya que según Grajales, los tractores lo que terminan haciendo es compactando el suelo, y lo que ellos buscan es todo lo contrario, es dejarlo poroso,  para que el suelo “respire”; además, en vez de voltear lo que llaman la cama, es decir donde están las filas de cultivo, lo que hacen es nutrirlo con tierra que está en los caminos y con el compost que también generan en la misma finca; también, el proceso de deshierbe alrededor de los cultivos lo hacen manualmente. Un proceso artesanal en todas sus etapas. 

“Esta agricultura orgánica tiene muchos más beneficios, hay otro paso más y es la agricultura regenerativa. Esta agricultura se vuelve casi circular, o sea todo lo que se produce y los desechos que quedan de esa producción se vuelven a reutilizar. Es hacia donde le apuntamos acá en Siembra Viva, todos los residuos que quedan de la cosecha o lo que no se logra vender retorna acá y todo se recicla en compostaje que vuelve otra vez al cultivo como abono”, agrega la ingeniera Grajales. 

Siembra Viva, además de ofrecer alimentos orgánicos, ofrece también, experiencias que van desde, permitirles a sus clientes ser padrinos de una parte de la producción, ubicando sus nombres en las plantaciones, hasta experiencias de siembra y cocina que les permiten a sus visitantes conectarse de una forma diferente con su cuerpo y repensar la relación de este con los alimentos.  

“Este proyecto lo creó Diego Benítez a raíz de una búsqueda familiar por una mejor alimentación para su hija. Fue entonces cuando inició investigando otras formas de cultivo y creando una red de campesinos locales a los que les enseñaba buenas prácticas agrícolas y a quienes apoyaba en la comercialización de sus productos; luego arrendó estas 10 hectáreas para desarrollar sus propios cultivos y ya son cuatro años certificados por el Ministerio de Agricultura y Ganadería como un territorio con alimentos orgánicos”, concluyó Grajales. 

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Según nuestro Plan de Acción ante el Cambio y la Variabilidad Climática en el Valle de Aburrá con proyección hasta 2030, tenemos como meta alcanzar una reducción de la emisión de GEI en un 35,7 % para dicho año. Por ello, el compromiso de todos los sectores industriales, la academia, el sector público y la sociedad civil es fundamental para que juntos sigamos construyendo un #FuturoSostenible.