• ​​​​Para Brigitte Baptiste, exdirectora del Instituto Alexander von Humboldt, la asociatividad regional es clave para trabajar por los ecosistemas. Aseguró que actividades como la realizada en la entidad sirven para entender lo que se hace desde regiones como el Valle de Aburrá y van en sintonía con los esfuerzos que se deben complementar en otras regiones de Colombia. Además, sostiene que hay que impulsar una política pública de urbanismo biodiverso.
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Para Brigitte Baptiste, quien acaba de dejar la dirección del Instituto Alexander von Humboldt, es fundamental atender los temas fundamentales de déficit de bienestar en las ciudades. Todo esto de la mano de la ecología y de un hábitat más favorable con el medio ambiente. 

Además, se debe contar con una política pública de urbanismo biodiverso a nivel nacional y con una participación de la ciudadanía más cercana y activa en los procesos de transformación urbana de las grandes ciudades de Colombia. 

¿Cómo hacer de los entornos urbanos espacios mucho más pensados para la diversidad? 


La ciudad representa el esfuerzo de la cultura más importante de los acuerdos sociales. Es la construcción del hábitat humano y, en la medida, de que vamos mejorando las condiciones de vida, vamos siendo capaces de compartir con los demás miembros de la sociedad esos beneficios que nos da el desarrollo, empezamos a querer ofrecer espacios más verdes, más inspiradores y enriquecedores para nuestros hijos y nuestras hijas. Entonces, claramente, tenemos una tarea de diseño por delante. 


¿Cómo construir desde esos entornos de ciudad un hábitat más favorable para el medio ambiente? 


Hay que pensar en cuáles son las especies con las que vamos a compartir nuestro hábitat cotidiano. Obviamente no tenemos necesidad de reconstituir las selvas ni lo ecosistemas silvestres originales en medio de la ciudad. El ecosistema nos permite innovar y construir cosas distintas sin que el planeta colapse y sin que las relaciones funcionales vitales desaparezcan y ese es el reto: cómo hacer buena ecología en los espacios urbanos. Se necesita buena ciencia, por supuesto, mucha participación de todos los ciudadanos y que haya un nivel de conocimiento mínimo de la población de lo que es la ecología, es decir cómo se deben interpretar las relaciones entre la fauna, la flora, los microorganismos, el agua, el clima y la gente. Y, de esa manera, que estén en la capacidad de proponer ideas innovadoras de construcción de ciudad. 

En ese sentido, ¿cuál es la responsabilidad que les cabe a los gobiernos locales como políticas de gobierno? 


Lo más importante es atender los temas fundamentales y más urgentes de déficit de bienestar, que es en lo que estamos invirtiendo gran parte de los recursos de la ciudad. Diría que ya estamos en capacidad de mirar cómo, a partir de la biodiversidad, podemos intervenir temas tan importantes como el transporte, la alimentación y la prestación de servicios públicos. Esto ya es como un siguiente nivel de las políticas públicas. Y ya reconocemos que la fauna y la flora ya no son un adorno y son fundamentales en la prestación de los servicios ecosistémicos. Se requiere estrategias de comunicación claras al respecto y plataformas con acceso libre a todos los estudiantes, los profesores y los funcionarios para que puedan usar esa riqueza de conocimiento en el diseño de alternativas sostenibles. 

¿Cómo dar un nuevo significado a esa relación entre lo urbano y lo rural, de acuerdo a lo que se ha venido trabajando en los últimos años? 


Tiene que ver mucho con la reflexión compartida de lo que se ha venido trabajando en los medios de comunicación y en las redes sociales. Eso ya está sucediendo, pero es un poco caótico. Apenas estamos descubriendo que tenemos ese poder y esa capacidad de incidir en las políticas públicas. También en la capacidad de diseñar ciudades y eso va a implicar una reflexión sobre los comportamientos. Esto sin necesidad de que nos estén predicando que no usemos el plástico de manera innecesaria, que no destruyamos el verde urbano nosotros mismos estamos valorando lo importante que es convivir en un espacio grato, sostenible a la larga. Eso lo identifican las políticas públicas y lo convierten en proyectos específicos. 

¿Cómo dar significado a esos entornos y compartir lo logrado en otros espacios del mundo? 


Lo más importante es poder tener en cuenta de que no estamos solos. Que no se trata de un capricho de unos dirigentes ni de una agenda inesperada, sino que es un fenómeno emergente en el planeta. Las grandes ciudades, en general, todas están enfrentando problemas similares. Y hay ciudades que sobresalen porque pueden enfrentar esos problemas de manera temprana y tienen mecanismos institucionales y procesos de innovación específicos para construir sostenibilidad.

¿Y cuál es el reto para Colombia? 


El primer tema sería contar con una política explicita de urbanismo biodiverso. Ya existen muchos ejemplos. No quiere decir que sea un documento, sí una voluntad dentro de las autoridades urbanas nacionales. Hay muchos elementos para eso y todas las ciudades se beneficiarían en tener una perspectiva de política así. 

Además, tener proyectos específicos que involucren a la ciudadanía activamente de los procesos de transformación urbana. Se requiere información libre y accesible, ciencia, instituciones activas y dispuestas a un ejercicio más democrático.