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  • ​Rodrigo Perpétuo es el director del ICLEI para América Latina y conoce los detalles de cómo es y ha sido el proceso de urbanización de las ciudades en esta parte del Continente. A la hora de buscar un aliado estratégico para Colombia en torno a ciudades sostenibles, no lo pensó dos veces y escogió al Área Metropolitana como su sede de operaciones.

Rodrigo Perpétuo definió su entrada como nuevo secretario ejecutivo de la Secretaria Regional ICLEI para América del Sur con esta frase: “Vengo motivado para trabajar con los desafíos y oportunidades de las ciudades”.  Es brasileño, de 43 años, y a lo largo de su carrera ha acumulado experiencia en el sector privado, trabajando con gestión empresarial, tecnología y educación internacional, en el mundo académico, como profesor de Relaciones Internacionales, y en el sector público. Estuvo en Medellín con ocasión del Foro de Ciudades y con él conversamos sobre cómo ha sido la experiencia de trabajar con el Área Metropolitana como sede para Colombia del ICLEI.

¿Por qué Iclei escogió el Valle de Aburrá como sede para Colombia?


Rodrigo Perpétuo: Fueron varios los motivos. El primero, la gran transición que este Valle de Aburrá ha logrado hacer de un territorio que hace unas décadas enfrentó problemas sociales graves y pudo convertirse en un referente internacional de innovación social, resiliencia y sostenibilidad urbana como elemento central de su planificación. La dimensión como área metropolitana nos ofrece dos perspectivas estratégicas: una, la capacidad de articulación intrarregional con los 10 municipios del territorio, pero también una cultura de cooperación internacional muy fuerte y consolidada. Eso, junto a una políticas locales claras, nos dio la certeza y la confianza en que tendríamos el mejor líder y el mejor coordinador de lo que hacemos para Colombia desde acá en el Valle de Aburrá.

¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrentamos como territorio asociado con 10 municipios en busca del desarrollo sostenible?


Creo que son tres los desafíos. El primero es cultural, que está en marcha, y básicamente pretende cambiar las formas de producción y las dinámicas económicas, y la perspectiva del consumo. La gente debe tener una responsabilidad sobre esos dos factores culturales, sobre qué se compra y qué se produce. Es necesario migrar hacia un nuevo modelo de producción basado en criterios de sostenibilidad, no de satisfacción.

El segundo desafío es conciliar los modelos de desarrollo sostenible con los de inclusión social. Romper con la disputa innecesaria entre productividad y sostenibilidad, porque no son contrarias, sino complementarias. El tercer reto tiene que ver con la cultura política. Hay que hacer aproximación política desde la convicción de poner en el centro de todas las decisiones los conceptos de sustentabilidad, pero no sólo desde lo ambiental, sino de todas las políticas que se hacen.

¿Hemos podido establecer esa “ley de mínimos” en torno a la sostenibilidad?


Estamos, juntamente, intentando establecer los máximos, porque no creemos que debemos partir de unos mínimos. Hablamos de la COP de Chile y todos nos referimos, por el contrario, a elevar los compromisos. Somos más ambiciosos y queremos que los lineamientos dados por la Cumbre de París sean mayores, porque no son suficientes. Si algo hace mucho más valioso el esfuerzo que viene haciendo el Área Metropolitana es haber puesto un punto mucho más alto que el resto de ciudades en torno a resolver problemas comunes, entre ellos, los asociados a la contaminación atmosférica y sus efectos sobre la salud​. La idea es recoger esas buenas prácticas y replicarlas en Colombia como un todo. Es invaluable lo que se viene haciendo en transporte de carga (EcoLogistics)​, en Urban Leeds (Construcción sostenible) y Ecosistemas Urbanos.

¿Cómo va la articulación de la agenda global por el medio ambiente y las políticas locales en los territorios desde la perspectiva de ICLEI?


Los procesos urbanos, como casi todo en el planeta, son de dos vías: la globalización tiene esta perspectiva, que no es otra cosa que la influencia de lo global en lo local; y lo local en lo global. Pero la influencia de lo local en lo global sólo se hace a escala, en la perspectiva de red. De eso se trata ICLEI, de un trabajo en red. Cambiar el impacto de lo jerárquico, de lo centralizado, hacia un esquema mucho más horizontal en la toma de decisiones. ICLEI es un modelo de alianza horizontales que, conjuntamente, logran acercarse. Con los acuerdos globales, en la última década, evidenciamos una inflexión de la comunidad internacional hacia un compromiso explícito en torno a la sustentabilidad de las ciudades. La pregunta, entonces, es cómo territorializar y hacer realidad esos compromisos globales. Y ahí se produce otra inflexión que viene de la mano de esos marcos globales y tiene que ver con el empoderamiento de lo local. Existe plena convicción en nuestro organismo de que sin la participación de los alcaldes, de las áreas metropolitanas, de los entes regionales y nacionales, no va a ser posible lograr la implementación de esos acuerdos.

¿Estamos hablando de una red de ciudades o de ciudades en red?


Es muy importante reconocer que muchas veces los actores dentro de un territorio no toman parte en los procesos, porque no logran identificar los canales institucionales para hacerlo. Allí, el diálogo del poder local es un diálogo de conflicto y de distancia entre las partes. Lo que hacemos en ICLEI es buscar que la política pública sea el resultado de un acuerdo entre todos los actores públicos y privados, la academia, los gremios económicos, los líderes sociales y los ciudadanos. Hacer una ciudad red es poner sobre la mesa las decisiones para la formulación de proyectos y programas y después dejar que esos actores acompañen su implementación, porque somos todos los que hacemos las ciudades.

¿Cuáles son las prioridades de ICLEI en el Valle de Aburrá y desde acá para el resto del país?


Las podríamos resumir en tres: uno, es el compromiso político. En particular, mi bandera es visitar todos los territorios y convencerlos de que ellos pongan su propia bandera. Sensibilizar y comprometer a esos actores políticos en esta agenda del desarrollo es fundamental. Después, hay que darles las herramientas y los instrumentos para que puedan tener pistas de cómo implementar y llevar a buen éxito sus proyectos. ICLEI puede brindar ese apoyo técnico a escala y fortalecer la esencia local. Finalmente, hay que hacer todo lo anterior a través de procesos de concertación con los gobiernos nacionales en la región, que reconocen la importancia de lo local. Ese reconocimiento desde lo nacional hacia lo regional y lo local se traduce en asignación de recursos, asistencia técnica y acompañamiento en la cooperación internacional.

¿Estamos en la era de la re-generación de las ciudades?


Por supuesto, y del éxito que logremos en ello, depende nuestra supervivencia. Nos estamos refiriendo a darles mayores responsabilidades a las empresas sobre la reducción de las emisiones, obligarlas a pensar en cómo van a mover a sus empleados, acompañar a las constructoras en la forma en que hacen sus proyectos, incentivarlas a soluciones sostenibles; promover sistemas limpios de transporte masivo, y así sucesivamente. Eso se hace con diálogo, pero también con incentivos y nuevas reglamentaciones. 

¿Es la Cuarta Revolución Industrial una inmejorable oportunidad para ello?


No creo que tengamos una mejor oportunidad y este Valle de Aburrá tiene que aprovecharla. De eso se trata la re-generación de las ciudades. Hacer uso de la innovación y las nuevas tecnologías en la definición de un nuevo modelo de desarrollo, que es lo mismo que un nuevo modelo de ocupación del territorio y de la forma en que sus ciudadanos se relacionan con sus entornos. El mensaje debe ponerse en clave 4.0, cuyos componentes son los de la sostenibilidad, la innovación, el conocimiento, la prosperidad y, sobre todo, de bienestar social. Una revolución 4.0 que permita que la gente pueda vivir mejor. Hacia allá están puestos nuestros objetivos como una red de ciudades sostenibles e inteligentes, que para mí es mucho más amplio el concepto, porque hablamos de territorios sostenibles e inteligentes.

¿Están conversando nuestros territorios en esa perspectiva?


Tenemos ahí un gran desafío. Ya tuvimos momentos en los que la perspectiva regional estaba más fuerte, entonces hacer una concertación con una mirada estratégica regional es fundamental. Creo que nos está haciendo falta esa perspectiva regional de tener una mirada integral de nuestro continente. Esta ausencia de un marco regional genera una fragmentación en otros niveles de la planificación de las ciudades. De ahí que una organización como ICLEI tiene la responsabilidad de convertirse en una plataforma de concertación hemisférica que permita que un alcalde de cualquier municipio pueda ver que hay oportunidades y retos comunes que puede resolver con la ayuda del resto. De ahí que le demos un protagonismo político a la red como instrumento de concertación regional.

¿Es la asociatividad el camino para esa integración, no sólo local, sino regional. Cómo llevar a escala hemisférica los casos de éxito que se dan en los esquemas asociativos territoriales, en este caso, como área metropolitana?


No veo otra forma. Por eso hablo de una nueva lógica de poder. Estamos en un momento de la sociedad en que el cambio de la soberanía tradicional, esa que es jerárquica y domina a otros, hacia una soberanía mucho más horizontal, en la que concertamos y dialogamos sobre lo que nos une. Eso permite trabajar a escala e implementar los procesos de una forma más ágil, más segura, más legítima y más duradera.

Escuela de Ecología Urbana debe ser una  iniciativa para América Latina


¿Cómo replicar a través de ICLEI el modelo de Escuela de Ecología Urbana?


La perspectiva del conocimiento, de su construcción colectiva, de su influencia en la sociedad, nos pone en la senda del desarrollo sostenible y sustentable del planeta. El conocimiento es un pilar fundamental en la generación de innovación, de nuevas tecnologías y de apropiación social. También genera un cambio y una inflexión en la forma de percibir la naturaleza urbana. Acá, y en la mayor parte de las ciudades, los alcaldes se acuerdan de la naturaleza cuando ocurren tragedias. ​Luego, la creación de la Escuela de Ecología Urbana ​que acaba de anunciar el Área Metropolitana nos obliga a hacer otra mirada regional: la biodiversidad como un activo que debe ser considerado en todas las formas de ocupación y de las dinámicas urbanas, y no sólo cuando hay crisis. Cuando sea así, la biodiversidad favorece la calidad de vida, porque armoniza al ser humano con su naturaleza, y viceversa.

¿Están los proyectos que adelanta ICLEI desde el Área en la perspectiva de la Escuela de Ecología Urbana como parte de la agenda global?


Eso es contundente. Si miramos lo que tenemos hoy en Colombia, después de dos años y medio de haber abierto nuestra oficina acá, los resultados son enormes y hemos podido aliarnos con actores internacionales del tamaño de la Unión Europea, ONU Hábitat, el gobierno alemán, con los que ponemos a prueba nuestros proyectos sobre Urban Leeds, EcoLogistics y Ecosistemas Urbanos. Estamos en una segunda etapa de lo que hacemos con el Área y visibilizamos ante la comunidad internacional los resultados de nuestra alianza. Ahora tenemos, además, una Escuela de Ecología Urbana que también vamos a llevar a muchas otras ciudades del mundo.