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HORACIO AUGUSTO MORENO

Líder de Proyecyos de la Subcontraloría de M​edellín


  • ​Aproximación estadística a los costos económicos por contaminación atmosférica
  • Inversión en calidad del aire es poca comparada con los beneficios que genera
  • La Contraloría General de Medellín publicó un estudio de cuantificación física y económica de la contaminación del aire en la ciudad en donde se reconoce el compromiso interinstitucional e interdisciplinario y plantean soluciones de largo plazo.

La Contraloría General de Medellín acaba de publicar el estudio Cuantificación física y económica del impacto de la contaminación atmosférica en la salud de la población de Medellín realizado durante 2017 a 2018. En este trabajo, realizado junto al Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional, se da cuenta del impacto económico que genera la problemática de la calidad del aire en la ciudad.   

No es un estudio de asociación entre contaminación del aire y efectos sobre la salud de los habitantes del territorio, sino una cuantificación económica de lo que le cuesta al Valle de Aburrá no gestionar integralmente los procesos asociados a la calidad del aire. 


Para los investigadores María Victoria Arias, profesional especializada del Centro de Investigación, Estudio y Análisis de la Contraloría de Medellín; y Horacio Augusto Moreno, líder de Proyectos de la Subcontraloría de Medellín y coinvestigador del estudio, sostienen que un gran valor agregado es que por primera vez se hace un trabajo de esta magnitud con datos únicamente de una ciudad colombiana.

El Área Metropolitana no participó en la elaboración de dicho estudio, pero entregó toda la información disponible sobre lo que viene haciendo en la gestión por la calidad del aire. Valora este ejercicio dentro del diálogo y la articulación con todos los actores, entre ellos organismos como la Contraloría de Medellín.

¿Cómo se materializa la idea de hacer este estudio?


Horacio Augusto Moreno (HAM): A las contralorías, por Constitución y por ley, les corresponde hacer un control fiscal ambiental, que está reglamentado en el Artículo 8 de la Ley 42 de 1993, que verifica y evalúa que las entidades hagan una cuantificación del impacto generado por presiones como parque automotor o industrias y que afectan el aire. Segundo, le corresponde también verificar que se evalúe en lo económico el valor de ese daño. Desde el Centro de Investigación, Estudio y Análisis de la Contraloría General de Medellín se generó un método para darle unos indicadores macro a la ciudad para saber cuál es el costo ambiental de la contaminación concretamente en el tema de salud. 

Nosotros convocamos a mucha entidades, incluyendo al Área Metropolitana, los organismos de salud, la Gobernación de Antioquia, las demás autoridades ambientales y todos los entes responsables en diciembre de 2016. Finalmente, las entidades nos aportaron información, pero el peso de trabajo corrió por cuenta del Centro de Investigación de la Contraloría de Medellín y el Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional y tuvimos el apoyo de Felipe Vásquez, que es un especialista en Economía de la Universidad de Desarrollo de Chile. 

El gran objetivo del trabajo fue cuantificar el impacto físico y económico de la contaminación.
Decirle a la ciudad cuál es el costo ambiental de la contaminación. Para tal efecto usamos el método del Valor estadístico de la vida recomendado por la Organización Mundial de la Salud. En Colombia no se había realizado un trabajo de estos. Nosotros lo hicimos por primera vez. Hicimos el cálculo del valor estadístico de la vida, que es lo que está dispuesta a pagar la sociedad  para evitar el riesgo de una muerte por contaminación ambiental. 

Pero, para llegar allá hay todo un recorrido. A la sociedad se le dice cuál es ese costo para definir políticas, ajustar los mecanismos de gestión, ser más eficientes y eficaces en el uso de los recursos y el logro de los resultados. Ese gran objetivo en el Valle de Aburrá es disminuir morbilidad y mortalidad. 


MARÍA VICTORIA ARIAS

Profesional Especializada del Centro de Inverstigación, Estudio y Análisis de la Contraloría de Medellín 



¿Cómo es la metodología aplicada y cómo se usa?


María Victoria Arias (MVA): La Contraloría General de Medellín lleva más de 20 años evaluando el principio de la valoración de los costos ambientales. El método no era nuevo para nosotros. Tuvimos que refinarlo un poco para el tema de contaminación atmosférica, pero ya lo habíamos aplicado en otros proyectos de ciudad con proyectos de inversión pública. El método consiste en cuantificar física y económicamente el impacto de lo que pueda producir cualquier deterioro del medio ambiente o un recurso natural y luego valorarlo económicamente. 

HAM: Para llegar a ese valor económico hay que superar algunas etapas. En el caso del estudio hicimos el valor para PM 2.5 ​​y nos vimos abocados a retos de mirar la existencia de datos y mediciones. La cantidad y calidad de esos datos. Mirar si son continuos o discontinuos y la disparidad o no de los mismos. Además de la forma en la que se captura la información y la percepción que se tiene sobre el riesgo de contaminación, de la rutina diaria de las personas, que son elementos muy importantes a tener en cuenta en el estudio en esa fase de cuantificación física. Porque no solo es cuantificar las emisiones, sino espacializar, a través de un modelo, dónde están ubicadas las contaminaciones y mirar el tema epidemiológico. 

Es bueno destacar que este estudio no es epidemiológico. La Contraloría no es un organismo de salud. Trabajamos y creemos en los datos que nos entregan las entidades que tienen esa competencia en salud de la ciudad. 

MVA: En la cuantificación física nos hicimos varias preguntas. Quién contamina, dónde se contamina más, cómo viaja la contaminación y dónde están los receptores de esa contaminación. Y al que hay que cuantificarle el impacto es al receptor. Por eso empezamos a analizar que el receptor también viaja en todos los sentidos. Empezamos a georeferenciar cómo viajan los receptores, las fuentes móviles y dónde están las fuentes fijas. Así identificamos que hay cuatro centralidades muy importantes: Robledo (con todos los centros universitarios donde viajan muchos estudiantes), El Poblado (con todo el turismo que se mueve allá), La Candelaria y Belén. 

Con las estaciones de monitoreo cercanas a estas zonas podemos ver que hay altos niveles de PM 2.5 y PM 10. Y que el mayor número de excedencias ocurrían en estas zonas. 

¿Cómo es esa valoración?


HAM: En lo que se refiere a la valoración económica hay una discusión de la magnitud en las enfermedades y las muertes que son conexas a la contaminación atmosférica. Secretaría de Salud tiene unos datos, recientemente hemos conocido que una firma de Bogotá hizo un estudio en el que arroja 3.900 muertes prematuras anuales asociadas a calidad del aire. 

Nosotros, de una manera muy conservadora no tomamos sino datos de entre 1.000 y 2.000 muertes anuales (es un dato base). Para nosotros lo importante es ese indicador de costo. Para ese indicador hicimos una valoración económica del impacto que incluye variables como el salario mensual por grupo de personas y en el tiempo, las características sociales y económicas, las características del trabajo, la tasa de accidente total asociada a cada sector económico y las variables de control temporal, entre otros. Todo un algoritmo matemático que nos permite llegar a ese valor. 

Para el caso de Medellín arrojó que el costo sería de 1,5 y 2 millones dólares (a valores de 2015). Esta tasa es muy inferior a la de otros países. 

Por ejemplo, en Estados Unidos está entre 13 y 36 millones de dólares. En Noruega entre 5 y 21 millones de dólares. O sea que el valor calculado para Medellín es uno de los más pequeños en el mundo. 

De ahí que si le aplicamos ese valor de entre 1,5 y 2 millones de dólares a 1.000 muertes nos daría entre 1.550 y 2.060 millones de dólares al año a precios del año 2015 (dólar a 2.743 pesos). Esto sería, con valores iguales, unos 4,2 y 5,6 billones de pesos con 1.000 muertes. 

Ese dato es importante para que le digamos a la sociedad la magnitud del problema, que vea lo que cuesta y que la inversión para prevenir, controlar y compensar los daños por contaminación atmosférica son muy importantes. Cualquier plata es poco para los beneficios que genera. 

¿Cómo nació ese concepto del Valor estadístico de la vida?


MVA: En varias mesas de trabajo de los investigadores queríamos aplicar diferentes métodos de valoración ambiental. Que fuera contingente, costo de viaje, transferencia de beneficios o valorar cuánto vale una vida humana. Pero llegamos a una conclusión: valorar una vida humana es antiético. Una vida humana no tiene precio. Lo que se impone a nivel mundial es calcular ese valor estadístico de la vida. Es calcular cuánto está dispuesta nuestra sociedad a pagar para evitar que se muera una sola persona por un riesgo en accidentalidad o un riesgo por contaminación ambiental. 

Esto es la primera vez que se calcula para Colombia y ese es un gran valor agregado. Todo lo que se había hecho traía datos de Sao Paulo, Los Ángeles y Santiago, entre otras ciudades del exterior. 

¿Cuáles son las recomendaciones que entrega el estudio?


HAM: Las contralorías, en general, llaman a que haya muy buen control y muy buenos resultados. Por ejemplo, en lo que se refiere a los controles a vehículos y los diagnosticentros. Si hay cambios de combustible eso se pueda medir. No basta con comprar vehículos eléctricos, sino que hay que demostrar que esa adquisición impacta positivamente en parámetros de calidad y también repercute en la sociedad. 

El estudio llama la atención a que la gestión de la calidad del aire es interinstitucional, es interdisciplinaria y es responsabilidad de muchos actores en el corto, en el medio y en el largo plazo.

Este es un problema de largo plazo que no lo vamos a solucionar ya y si no tenemos todos los mecanismos de gestión afinados el problema va a crecer. Porque la ciudad crece, llega más gente y se matriculan más vehículos. 

El estudio dice que el problema es grave y que hay que hacer una gestión ambiental coordinada, afinada que tenga como gran objetivo la reducción de la morbilidad y la mortalidad de la gente.  ​