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El Área Metropolitana del Valle de Aburrá realizó, junto a Corpoamazonía, Fuerza Aérea, Ejército de Colombia, Armada Nacional, la liberación en Caquetá de 220 animales silvestres recuperados en el territorio. Un momento mágico.

¿Qué hacen 193 tortugas ‘charapas’ o ‘brasileñas’ en Medellín?  ¿Cómo llegaron hasta acá? Esos fueron los primeros interrogantes que me hice al recibir la noticia de que saldría en comisión al Caquetá para hacer un repoblamiento y liberar 220 individuos animales. 

Siempre he sido un viajero. Quizás por ello escogí la profesión de reportero gráfico. En 1999 y 2001 fueron las últimas veces que visité el sur del país, en condiciones totalmente distintas a las actuales. Estábamos en pleno conflicto armado. Cubría la guerra, había demasiado dolor. 

Esta vez sería distinto. Acompañaría la fauna, la vida misma de regreso a su hábitat natural. Algo maravilloso y especial. Vería de nuevo las verdes selvas y los grandes ríos; los pulmones de la tierra.

La comitiva inicial la integrábamos cuatro personas, Orlando Franco, el conductor; Sebastián Benavídes, zootecnista y supervisor del Centro de Atención y Valoración (CAV) de Fauna Silvestre del Área Metropolitana Valle de Aburrá, (es allí donde se recuperan y valoran los animales), Ana Catalina Ramírez, la realizadora audiovisual; y yo como fotógrafo. 

Llegaríamos por tierra hasta Bogotá, a la base de Catam de la Fuerza Aérea. Desde allí nos transportarían junto a una comitiva médica en el cuatrimotor C-130 Hércules, antiguo, grande, destinado a la variabilidad de cualquier carga. Volaríamos por una hora, con bastante frío en su interior. Tanto que calaba hasta los huesos, era más cálido el ambiente afuera del avión en pleno Bogotá y en época de lluvias.  

Aterrizaríamos en la base militar de Tres Esquinas (Caquetá), muy famosa desde tiempo atrás, por ser el comando de operaciones de las Fuerzas Militares de todo el sur colombiano. Allí nos recibirían los funcionarios de Corpoamazonía. Para continuar la misión de liberar las tortugas en el grandísimo y majestuoso río Caquetá, afluente que desemboca y enriquece al río Amazonas, que en sus partes más amplias puede tener más de 600 metros de orilla a orilla. Un río bastante caudaloso y oscuro por esta época de lluvias. 

El viaje

Antes de partir, lo primero fue ir al CAV para recoger nuestra preciosa carga viva. Ya nos esperaban nuestros compañeros del Área Metropolitana con la médica veterinaria Marcela Ramírez, quien con tapabocas y guantes quirúrgicos, medida indispensable para evitar contagios y transferencias de virus, procedieron a trasladar los animales a la Unidad Móvil de Fauna. 

​Este vehículo es una camioneta diseñada especialmente para transportar fauna, con mucha tecnología y con fotos de distintas especies de fauna que llaman la atención a su paso por todos los lugares por donde va. Nos demoraríamos como una hora en este proceso para luego tomar el rumbo a Bogotá. La realidad sería otra, pues nos notificaron desde Catam que el vuelo se cancelaba. 

Esto implicaba que teníamos que tomar una decisión para preservar la vida de las tortugas, ya que, si amanecíamos en Bogotá, correríamos el riesgo de que algunos animales no soportaran el tremendo frío que hacía en las noches y posiblemente morirían, porque no es su clima habitual, son tortugas de río.  

Esa jornada pernoctamos en Villeta (Cundinamarca), municipio de un buen clima, de cálido a templado, favorable para comodidad de las tortugas. Ya ubicados en un hotel, lo más importante sería hidratar y alimentar a toda la carga de fauna. Es un proceso  más o menos de tres a cuatro horas, se improvisa un corral con las jaulas y se sacan a pastar, comer y tomar agua, las bañamos y las dejamos descansar media hora, luego otro grupo y así, sucesivamente, hasta terminar.  

Esto se repetía dos veces al día. Pasaríamos dos noches allí. Luego pasamos otra noche en el municipio de La Vega, a hora y media de Bogotá. Saldríamos el día jueves a las dos de la mañana y volaríamos en el poderoso Hércules a las cuatro de la mañana. 

Por fin nos encaminábamos al destino final en la base aérea de Tres Esquinas, sede del Comando Aéreo #6. La Fuerza Aérea y las funcionarias de Corpoamazonía nos recibieron muy bien, nos esperaban para ayudarnos a transportar las jaulas hasta las lanchas, en el río Orteguaza, afluente que desemboca en el gran río Caquetá, el cual navegaríamos por un muy buen rato hasta llegar a los lugares escogidos con anterioridad para las liberaciones (los lugares exactos son confidenciales por la seguridad de los animales).

Las lanchas iban cargadas con tortugas para ser liberadas en la jornada, en una alianza integrada por Corpoamazonía, Armada Nacional, Fuerza Aérea, Ejército de Colombia y Área Metropolitana del Valle de Aburrá. 

Durante la jornada realizada el sábado 30 de marzo, se hicieron varias actividades pedagógicas que tenían como fin reflexionar acerca del problema de tráfico y la tenencia ilegal de fauna silvestre y la importancia de no apoyar estas prácticas. También se habló del daño biológico que se crea en los ecosistemas cuando se extrae una especie silvestre. Se liberaron 193 tortugas ‘charapas’ o ‘brasileras’, 26 ‘morrocois’ y una guacamaya.  

La liberación siempre será un momento mágico, muy especial, diría que espiritual. Se colocan cerca al río y ellas instintivamente se dirigen a él en loca carrera, parecieran felices. Se zambullen, nadan un rato, salen de nuevo, respiran, miran a su alrededor, observan el cielo abierto. Respiran los árboles, respira la selva, respiran ellas también, están de nuevo en su hogar. 

Por: Freddy Amariles

Reportero gráfico

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