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18.062 animales ha recibido y tratado el CAV, entre los que se encuentran anfibios, arácnidos, aves, mamíferos, entre otros, siendo los reptiles los que más llegan al Centro con 4.516 al término de 2018.

La belleza natural que allí se aprecia contrasta radicalmente con las situaciones que viven sus inquilinos. Lo que a primera vista se asemeja al paraíso, de pronto se convierte en una especie de infierno para los cientos de animales que llegan mal heridos, descontrolados, con altos niveles de estrés y, en especial, buscando una oportunidad de vida. 

Es el Centro de Atención y Valoración (CAV) que el Área Metropolitana opera en las inmediaciones del Parque de Las Aguas, en Barbosa, donde un equipo interdisciplinario de médicos veterinarios y expertos en manejo de crisis se convierte en un escuadrón de ángeles protectores para todo tipo de especies silvestres y animales exóticos que llegan por dos vías: por decomiso y por entrega voluntaria. Una de esas guardianas de la vida animal es Marcela Ramírez, médica veterinaria en el CAV, que pese a estar curada en torno a la atención de estas especies, no deja de sorprenderse con algunos de los casos que le toca atender. 

“Hace unos meses, llegó un sinsonte con una de sus alas partidas por efecto del golpe que se dio contra los vidrios de un edificio en Medellín, pero lo llamativo fue que CENTRO DE ATENCIÓN Y VALORACIÓN tenía una grapa pegada a su ala, porque un señor que la atendió en el sitio le puso ese gancho, con la idea de evitarle más dolor al animal. Nosotros hablamos con él y nos dijo con mucha tristeza que esa fue la única opción que vio posible para aliviar al sinsonte. Pasa con frecuencia, pero nosotros insistimos en que es mejor llamar a los expertos del Área para que atiendan esas emergencias”, recuerda Marcela. 

Y tiene razón. De hecho, en el Área Metropolitana trabaja un amplio grupo de personas capacitadas especialmente para la atención de estos casos y, en especial, para acompañar a las personas que de buena voluntad luchan por la protección de los animales domésticos y de fauna silvestre en cautiverio, pero que desconocen los protocolos de atención prioritaria. 

Sebastián Benavides, supervisor del CAV en Barbosa, conoce muy bien el proceso y también es dramático su testimonio sobre cómo es un día en el Centro de Atención y Valoración. Allá llegan todo tipo de ejemplares, la mayoría por la vía de la entrega voluntaria (92 por ciento) y otros por decomiso (8 por ciento). 

“Nos llegan aves que no saben volar, que giran y giran como perdidas, porque estaban en jaulas. Se quitan el plumaje. Otros sufren problemas graves en sus dientes, porque los acostumbraron a comer chocolates, galletas, quesito, y eso genera malformaciones en sus cuerpos. Una tortuga morrocoy, por ejemplo, camina sobre sus codos o sus rodillas”, dice Sebastián. 

De ahí que los procesos de recuperación, cuando son exitosos, duran hasta un año y medio. Muchas de esas especies no logran su readaptación total y por lo tanto no pueden ser liberadas de nueva en sus hábitat naturales. 

Al CAV llegan entre 550 y 600 individuos por mes. La mayor parte corresponde a aves y reptiles y dentro de los mamíferos resulta alarmante el aumento en el número de zarigüeyas. La gente mantiene la tendencia a capturar todo lo que ve y eso se agrava cuando se sigue construyendo en zonas que antes eran habitadas por animales, en el caso de las zarigüeyas es mucho más dramático, porque la gente está acabando con las crías y con sus madres. Las que se salvan y llegan al CAV, tienen problemas graves de nutrición y malformaciones. 

Entre los reptiles, las tortugas morrocoy son las que más llegan al CAV. En la actualidad hay por lo menos 400 de ellas en Centro de Atención, pero su reubicación se dificulta porque en la región y en el país no existen ya muchos lugares propicios para su liberación. 

Varias especies de primates, dentro de los mamíferos, llegan muy desadaptados, porque desde muy pequeños fueron sacados de sus hábitat naturales, son amansados en las ciudades, y no saben buscar sus alimentos ni reconocer depredadores. 

La compleja labor de los médicos veterinarios y de los expertos en el CAV es cambiar esa realidad y devolverles a esos animales la oportunidad de vivir, pero en libertad.

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