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El Río Aburrá-Medellín: del olvido a un cuerpo vivo fundamental para nuestro Valle



​Sobre las orillas de nuestro río se cimentó la idea de progreso, una apuesta que dejó de lado su importancia ambiental. Un olvido al que el Área Metropolitana del Valle de Aburrá le hace frente mediante estudios técnicos, mantenimientos, obras y procesos de sensibilización. Su recuperación y permanencia dependen de la articulación consiente entre la ciudadanía y de los tomadores de decisiones de los 10 municipios que recorre este afluente.​

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​“El Aburrá es un humilde, un ignorado, un agua sin nombre. Como los buenos y sencillos, trabaja en el silencio y en la oscuridad. Y trabaja; ¡Dios lo sabe! Él riega y fertiliza los campos de esta Villa que quiso darle un nombre; él la embellece y la refresca”

Tomás Carrasquilla*​​

El Río Aburrá-Medellín, que atraviesa toda el área metropolitana y que nace en el Alto de San Miguel en el municipio de Caldas, desembocando en el Río Grande, no es una fuente de abastecimiento para los 10 municipios que recorre, por la carga de contaminación que aún tiene, es más bien una corriente natural que salta a la vista cuando sube su cauce, cuando cambia de color o cuando arrastra electrodomésticos y muebles viejos ya sin dueño.

“El principal uso que le damos al agua a nivel urbano es arrastrar los​ residuos que generamos, arrastrar la suciedad, arrastrar la basura de las calles, la convertimos en un medio de transporte, sin asumir la importancia del agua como recurso fundamental para la vida, la sociedad y la economía”, precisa el arquitecto urbanista, Juan Camilo Isaza, integrante de la Unidad de Gestión Ambiental del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA).

Volver la mirada hacia el río ya canalizado que hoy tenemos, gracias a proyectos como Parques del Río en Medellín; así como buscar disminuir su contaminación mediante la instalación de do​s plantas de tratamiento de aguas residuales​ de EPM que son pioneras en el país; hacerle seguimiento a su calidad y cantidad con redes de monitoreo para conservar su ecosistema y preservar la vida de habitantes aledaños; y hacer obras de mantenimiento en el río como un apoyo a los entes territoriales quienes son los responsables directos de estas corrientes naturales, son acciones que entidades públicas como el AMVA han venido haciendo para conectar a la ciudadanía nuevamente con este cuerpo de agua vivo y con memoria.

​Cuando el Río era libre

El río no siempre fue recto como lo conocemos hoy, antes tenía meandros o sea ¡era serpeante!, esas curvas le permitían disminuir poco a poco su velocidad y regenerarse a sí mismo mientras hacía su recorrido. También, tenía, algo así como “zonas de descanso”, llamadas las planicies de inundación, que además de ayudarle a disipar su fuerza, hacían de estas zonas espacios fértiles aptos para el cultivo.

“Esas zonas de inundación beneficiaban a los campesinos que cultivaban porque el río dejaba ahí sus abonos naturales. Pero, con los urbanismos hemos acabado con estas zonas de inundación al darle un uso residencial e industrial, en este sentido para nosotros es malo que nos inunde, pero nunca pensamos que el río necesitaba de esas zonas para disipar su energía”, explica Mario Gil, ingeniero geólogo de la Unidad de Gestión del Riesgo del AMVA, quien lleva más de 25 años estudiando y recorriendo el río Medellín desde la Entidad.

Antes de que el río se convirtiera en el eje central de la que sería la gran metrópoli, hoy la segunda zona más poblada de Colombia, fue el escenario de mujeres lavanderas, de mineros artesanales, campesinos, pescadores, de bañistas y de pequeñas balsas, fue un espacio de socialización y de sustento para muchos de sus habitantes aledaños. Pero, cuando se apostó por hacer de Medellín una ciudad industrial, se hizo necesario dominar el río para evitar que este afectara a las nacientes edificaciones.

“(…) el río de meandros, sin cauce fijo, que periódicamente causaba inundaciones en las riberas, y que formaba ciénagas y pantanos, reñía con el proyecto de la ciudad industrial en tanto obstaculizaba su crecimiento urbano. (…) Veían las ciénagas y pantanos de sus riberas como lugares insalubres; y las inundaciones periódicas como un peligro constante para el asentamiento urbano, los bienes materiales y las vidas de sus habitantes”, explica Bibiana Preciado en su libro Canalizar para industrializar. La domesticación del río Medellín en la primera mitad del siglo XX**.


“Casualmente si nos alejamos un tantico de la Villa, toparemos el río como en sus tiempos mejores: bosquecillos discretos de guayabales y suribios, matorrales de junco y hojasanta; senderos que ondulan por entre la yerba, rincones soledosos de follaje, donde aletean las musas y arrullan ronco las palomas de Eros. Ecantadoras orillas las de este río que produce fiebre. En otro tiempo, ¡oh Aburrá hidalgo!, fuiste para los medellinenses consuelo en sus quebrantos, solaz en sus trabajos” 

​​Tomás Carrasquilla*



​ ​La domesticación del Río

Según narra Preciado en su libro, la idea de canalizar o rectificar el río, respondía también a un contexto regional y mundial, ya que entre el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX esta era la tendencia: “(…) la domesticación de los ríos se concibió como una condición necesaria para su incorporación a las ciudades, mediante el empleo de conocimientos de ingeniería”.

Pero, este proceso no fue fácil para Medellín, pese al optimismo de la clase dirigente y la élite del momento, estas obras se enfrentaron con lo que Preciado llama tres factores de resistencia: “Las dinámicas propias del río y el régimen de lluvias, las divergencias entre los conceptos de los ingenieros sobre dónde y cómo canalizar, y los pleitos e indemnizaciones que debió enfrentar el municipio por los daños causados en propiedades ribereñas”.

Pese a esto, el proceso siguió y se logró la construcción de carreteras, avenidas y del metro, en un amplio tramo de las orillas del río y aunque en algunas zonas no se logró domesticar del todo, la urbe se construyó y el río Aburrá-Medellín pasó a un segundo plano, así como los usos que inicialmente se le daban a este, que se fueron extinguiendo con el paso del tiempo, entre ellos se descartó la idea de que se convirtiera en una fuente de abastecimiento hídrico para la ciudad.

“Esta mutación de los años cuarenta hizo que el río fuera el eje de circulación vial y de ordenamiento urbano de la ciudad, así como uno de los principales núcleos industriales del Valle de Aburrá, desplazando a la quebrada Santa Elena, eje configurador de la ciudad colonial. Una consecuencia directa de esta transición fue la contaminación del río, como pudo apreciarse en 1931 cuando se descartó la posibilidad de usarlo como fuente de suministro hídrico para la ciudad. El vertimiento de residuos industriales y domésticos, agravado por el crecimiento urbano y demográfico y el aumento de la actividad fabril en la zona, convirtieron a la principal corriente de agua del Valle de Aburrá en una cloaca”, señala Preciado en su publicación.​

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Has perdido tus movimientos, como el montañero que se mete en horma, con zapatos, cuello tieso, y corbatín trincante. Más nunca falarán en tus riberas ni poesía ni hermosura: que por mucho que te dañen la simetría y el confort urbanizadores, nunca podrán avasallar del todo el desgaire armonioso de tu gentil naturaleza” 

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Tomás Carrasquilla ​


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¿Por qué cuidar lo que no consumimos?

Como vimos anteriormente nuestro río no es una fuente de abastecimiento para el Valle de Aburrá, ya que la mayor parte del agua que consumimos viene de territorios aledaños y viaja cientos de kilómetros por complejas redes de tubería hasta nuestros hogares. En este sentido, podríamos preguntarnos ¿para qué cuidar el río si no nos sirve para consumo ni para bañarnos en él?, ¿por qué no le podemos echar desechos industriales ni electrodomésticos ni basuras si al fin de cuentas el río parece ser de todos y de nadie a la vez?, ¡porque el río es un cuerpo vivo!, a su alrededor, aunque ya no tan vigoroso, hay un ecosistema, hay seres vivos que pese a la contaminación hacen del río su hogar y porque aguas abajo hay otros municipios, otros habitantes que reciben las aguas que por aquí pasan.

“No solo es pensar en los antropocentrismos, sino también en que hay animalitos. A quién no le gusta ver pajaritos, pececitos, o animales al rededor del río, eso es muy bonito. Cuando hay mortandad de peces se debe a que las condiciones de oxígeno bajan, los pececitos respiran oxígeno debajo del agua y si hay poquito oxígeno no pueden vivir. Además, estamos en la cuenca del río Cauca y aguas abajo hay gente, muchas personas. No solo el agua es importante para tomar”, aclara el ingeniero Camilo Duque Duque, integrante de la Unidad de Gestión Ambiental del AMVA.

Es por eso que, mediante la Política Nacional para la Gestión Integral de Recurso Hídrico, el país busca garantizar la sostenibilidad del recurso hídrico, con una gestión,​​​​​​​ un uso eficiente y eficaz, articulado al ordenamiento de los territorios. En esta línea el Río Aburrá-Medellín cuenta con su propio Plan de Ordenación y Manejo de Cuencas Hidrográficas (POMCA), un instrumento, desarrollado por el AMVA, CORANTIOQUIA y CORNARE, que busca mantener el equilibrio entre el aprovechamiento social y económico de tales recursos.

“Nosotros vivimos en una cuenca, es por eso que la gestión del recurso hídrico debe hacerse a nivel de cuenca y para eso son los instrumentos de planificación como el POMCA. Las ciudades deberían ser sostenibles, es decir no deberíamos consumir más agua de la que el medio natural en el que vivimos nos puede entregar. Y eso es lo que exactamente no está pasando, nosotros dependemos de cuencas externas. Pero, las plantas de tratamiento de aguas residuales de EPM y Parques del Río han permitido que la ciudadanía pueda acercarse y escuchar la corriente del río, además de ir disminuyendo la contaminación que provocaba fétidos olores hace más10 años. Esto último explica por qué también a nivel urbano le hemos ido dando la espalda, fuimos sepultando la estructura natural del nuestro valle para poder incorporarlo a ese sistema de alcantarillado, que era la visión del desarrollo urbano de la ingeniería de los años 60 y 70, as​í se planteaban las ciudades. Hoy la tendencia es a renaturalizarlas”, precisa el experto Isaza.

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Monitorear para conservar

Además de las políticas y obras antes mencionadas, desde la Unidad de Gestión Ambiental del AMVA, nace en 2003 la Red de Monitoreo Ambiental en la Cuenca Hidrográfica del Río Aburrá-Medellín (RedRío), en convenio con la Universidad de Antioquia, con el fin de conocer la calidad y la cantidad del río y las de sus principales quebradas afluentes. La cual está compuesta por tres estaciones automáticas, es decir que toman mediciones en tiempo real, las 24 horas y los 7 días de la semana: una estación San Miguel, en la vereda La Clara del municipio de Caldas, otra en Ancón Sur, a la altura de la estación Estrella, y la tercera en el Aula Ambiental, entre la Universidad Nacional y la Universidad de Antioquia. Estas se complementan con otras estaciones: 11 de monitoreo manual de las que se recogen datos dos veces al año; otras dos que monitorean descargas directas al río, que son la PTAR San Fernando y PTAR Aguas Claras, y finalmente otras 22 estaciones que monitorean quebradas afluentes, definidas en el Plan Quebradas.

“Nosotros le hacemos seguimiento al recurso del agua y trabajamos también con el Sistema de Alerta Temprana del Valle de Aburrá (SIATA), ​monitoreamos la calidad y ellos nos dicen el caudal del río. Además, con ellos estamos realizando pruebas piloto para densificar más la red y volverla cada vez más automática, con el fin de que la información se tome en tiempo real y se envíe hacia una misma plataforma digital”, explica el experto Duque Duque.


Este monitoreo permite hacerle seguimiento al avance en ejecución de la implementación del Plan de Saneamiento y Manejo de Vertimientos del Valle de Aburrá,​ que tiene como fin el saneamiento del río y sus quebradas, así como garantizar que todas las casas del área metropolitana estén conectadas al sistema del alcantarillado, para evitar que las aguas residuales caigan directamente a los cuerpos de agua sin haber pasado antes por una planta de tratamiento. Pero, pese a estos esfuerzos, los vertimientos ilegales al río por parte de algunas empresas; las extracciones irregulares de minería; así como la construcción de viviendas informales, han hecho que su calidad no mejore tan rápidamente.

“Una cosa muy particular que nos hemos cuestionado es que, uno ve que el río desde el año 2003 hasta ahora que entró a operar la planta de tratamiento de aguas residuales de Ayurá, la calidad del agua del río no mejora significativamente, antes en algunos puntos la tendencia es a disminuir su calidad. Eso se debe a muchos factores, pero sobre todo a que hay muchos barrios que son informales, que están desconectados de los sistemas de acueducto y alcantarillado, eso genera como grandes vertimientos sobre el río, además hay unas industrias que le hacen j​uego a la ley, conocemos casos de empresas que buscan horas de la madrugada para hacer los vertimientos irregulares sobre el río”, señala el ingeniero Duque Duque.​


"En el AMVA evaluamos el índice de calidad ecológica: que son las algas y los macroinvertebrados. Ellos son una muestra biológica que se toma en diferentes puntos del río, ¿qué nos dice esto?, pues bien un bichito dice mucho de la calidad de un río ¿por qué?, porque dependiendo de sus características físicas me va a decir qué tan contaminado y qué no tan contaminado está la fuente hídrica, entonces si tiene ojitos, paticas, alitas, eso nos indica que en el lugar donde se encuentre el río puede tener unas condiciones de calidad más óptimas, a cuando encontramos un bicho menos desarrollado, ahí quiere decir que las condiciones de calidad son mucho más bajas, entonces por eso, ellos también son un indicador de calidad", concluye Yessica Bedoya, integrante de la Unidad de Gestión Ambiental del AMVA.


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Conocer para intervenir

Además de este monitoreo constante de la calidad del río y de su nivel para preservar la vida de los habitantes aledaños como lo hace SIATA, anclado además a una estrategia de trabajo social y comunitario conocido como los Sistemas de Alerta Temprana Comunitarios (SATC)​. El AMVA, también, desde la Unidad de Gestión del Riesgo, le hace seguimiento a la canalización del río desde sus estructuras, como las placas de contención, los efectos que el crecimiento urbano tiene sobre el nivel y velocidad del río, además de hacer estudios para identificar puntos críticos que puedan poner en riesgo la estabilidad de las obras viales y de transporte realizadas años atrás.


Entre 2005 y 2007 iniciaron las actividades de limpieza del río con la remoción de basura, escombros y sedimentos que impedían un tránsito fluido del agua, posteriormente hacia el 2012 junto con la Universidad Nacional se iniciaron unos estudios para conocer en qué condiciones de estabilidad hidráulica se encontraba el río y su canalización. “La calidad del río influye también en que permanezcan las estructuras que están ahí. Digamos, cuando usted construye una placa, las placas no son solamente concreto, sino que también son unas pantallas con hierro, lo que llaman el refuerzo, es decir el material que le permite la estabilidad y la resistencia al concreto, si estos elementos de hierro se empiezan a oxidar, más los fuertes químicos que ilegalmente vierten algunas empresas, eso afecta la calidad de los concretos que existen. Esto ha ido mejorando gracias a las plantas de tratamiento de aguas residuales de EPM, los vertimientos de industria ya están muy controlados, gracias también al trabajo que venimos realizando”, explica el ingeniero geólogo, Mario Gil.


La canalización del río y las grandes intervenciones en la construcción de la ciudad han tenido efectos negativos en la cuenca del río como: la variación en su anchura, por ejemplo en la parte sur hay secciones de entre 18 y 22 metros de ancho, lo cual repercute en un aumento rápido de su nivel durante periodos de lluvia, ocasionando desbordamientos y aumentando su velocidad. Y aguas abajo donde la anchura del río es más amplia entre 35 y 50 metros, a veces se forman acumulaciones de sedimento que estancan el paso del agua y pueden ocasionar daños en algunas estructuras de la canalización.


“Las intervenciones en la ciudad por el crecimiento urbano, como la construcción de vías y edificaciones cambiaron las zonas verdes por pisos duros; la canalización de muchas quebradas y la implementación de estructuras para la conducción del agua llamados box coulvert, han cambiado el ciclo del agua de esta cuenca. Ya que por lo general cuando una gota de agua caía en un terreno natural permitía que parte de ella se infiltrara en la tierra y otra se desplazara superficialmente a bajas velocidades; pero ahora con la impermeabilización del terreno esta misma gótica se desplaza por las vías, techos, canales y cunetas a gran velocidad llegando hasta el río en tiempos mucho más cortos, lo que ocasiona cambios súbitos e inesperados en los niveles del río en tiempos muy cortos, casi instantáneos, que generan daños al canal con erosiones profundas e inundaciones con daños en la infraestructura y perdidas económicas a muchos habitantes de la zona limítrofe del río”, agrega el experto Gil.


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Teniendo en cuenta esto, es que el AMVA desde la Unidad de Gestión del Riesgo ha invertido un poco más de $60.600 millones de pesos en estudios y obras, entre ellas están los diques y contradiques con distancias entre sí de 400 y 500 metros, con los que se buscó controlar la velocidad del río, ya que, al perder sus meandros al ser canalizado, su velocidad normal aumentó lo que estaba provocando socavación o erosión en su lecho. Es así como, al disipar su velocidad con estas obras también disminuye la erosión o el desgaste de las cimentaciones de las infraestructuras que hay sobre el río, como los muros de contención, vías y columnas del metro. Por otro lado, se han ido reemplazando estructuras deterioradas que ya cumplieron su vida útil.


“El costo total de las obras que se necesitan para intervenir el río en su totalidad es de al rededor de $175 mil millones, de los cuales se han invertido más de $60 mil, o sea que hay un porcentaje alto que todavía falta. Además, se necesita estudiar la zona no canalizada del río en el sur que seguramente nos va a definir otros puntos críticos, porque es que el sur está creciendo demasiado, teniendo en cuenta que actualmente la zona aledaña al rio presenta procesos constructivos urbanísticos muy cerca a la zona de retiro del río, con distancias de apenas 10 metros cuando lo mínimo son 30, que pueden poner en riesgo a los futuros habitantes y al ecosistema del afluente”, explica el ingeniero Gil.


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Los estudios que se han hecho le han permitido al AMVA consolidar información útil para los municipios, con el fin de que puedan tomar medidas acertadas según las dinámicas del río, para la planeación de sus territorios, por ejemplo: como no otorgar permisos de construcción en zonas de riesgo alto. También, la Entidad busca que esta apropiación involucre un interés de inversión económica para cubrir los $115.000 millones del costo restante de las intervenciones que faltan por hacer.


“El río es un cuerpo vivo, que hoy está corriendo por acá, mañana puede correr por allá, o sea que en cualquier momento se puede meter en un edificio que se haya construido a menos de 30 metros de distancia. Eso es parte de la sensibilización que le hacemos a los municipios. En cuanto a los estudios, ya firmamos un contrato con la Universidad Nacional por $ 2.239 millones para definir qué riesgos y amenazas por inundación haya en la zona sur del Valle de Aburrá. Pero, sí es clara la necesidad de que cada municipio se apersone de la parte del Río que pasa por su territorio para así lograr un trabajo mancomunado sobre el principal recurso hídrico que tenemos ”, concluye Gil.


Después de estudiar y recorrer el río por más de 17 años, los profesionales del AMVA en conjunto con las universidades que la han acompañado indican que la idea no es seguir canalizando el río, sino antes bien hacerles seguimiento a los vertimientos de desechos industriales, de construcción y al impacto que generan las extracciones mineras a la orilla del río, así como continuar con los mantenimientos a la zona ya canalizada.

Evitar construir cerca a la orilla; buscar la conexión a las redes de acueducto y alcantarillado cuando se hagan construcciones para uso residencial y comercial; abstenerse de botar basura, escombros y electrodomésticos a las fuentes hídricas y optar por alternativas para el depósito adecuado de estos desechos; así como visitar Parques del Río para conectarse con el sonido y su memoria, es caminar hacia un #FuturoSostenible, en el que nuestro Río también sea protagonista.

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Bibliografía

  • *Carrasquilla, Tomás. Medellín. (1957). Hojas de cultura popular Colombiana. Nº84. Bogotá, Colombia
  • **Preciado Zapata, Bibiana A. (2015). Canalizar para industrializar: la domesticación del río Medellín en la primera mitad del siglo XX. Ediciones Uniandes: Bogotá, Colombia.​​