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Ecosistema urbano del Valle de Aburrá: conocerlo para cohabitar mejor con las otras formas de vida que nos rodean


El Área Metropolitana del Valle de Aburrá, mediante tres convenios con el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, adelanta un trabajo interdisciplinario con diferentes enfoques: una investigación participativa sobre los humedales urbanos; otra enfocada en la actualización del Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes Urbanos y una tercera en conocer cómo se comportan algunas especies de la fauna silvestre en el territorio, mediante el uso de telemetría. Todos aparentemente diferentes, pero vitales para la toma de decisiones y para la planificación y ordenamiento sostenible de la región.

¿Qué relación hay entre los árboles que están en tu barrio, con los humedales y con la fauna silvestre que recorre los alrededores de la zona urbana de los municipios del Valle de Aburrá?, se trata de un ecosistema en el que tu rutina está inmersa, es decir tú y yo hacemos parte de algo más grande que es el territorio que habitamos en el que, además de convivir con otros seres humanos con hábitos y gustos diferentes, también cohabitamos con animales silvestres, diferentes a tus mascotas, así como con árboles adultos y otros jóvenes, que tienen su propia historia y que son el hogar para diferentes especies. En este sentido, la importancia de que haya un equilibrio entre esos espacios verdes en las zonas más habitadas, llamados también como bosque urbano, la fauna silvestre y su interacción con el clima también están estrechamente ligados con nuestra calidad de vida.

Teniendo clara esta correlación es que el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, mediante tres convenios con el Instituto Humboldt, adelanta estudios sobre estos temas: los humedales urbanos, el rastreo de fauna silvestre y la actualización del Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes Urbanos. 

“Nuestro objetivo con estas investigaciones es aprender y cohabitar con la diversidad biológica que tenemos en el territorio y su relación con toda la ecología. Una de las cosas que nosotros estamos haciendo es conocer cuáles son esas diferencias que entran a jugar en la planificación del ordenamiento de un territorio sostenible. Por eso, para nosotros es muy importante saber cómo se comportan las especies, cuál es la dinámica de la flora y fauna que tenemos en el territorio, cómo funcionan los diferentes componentes bióticos y abióticos del entorno y mirar cómo es su biocenosis, es decir, cómo se relacionan entre sí. A partir de ahí, si nosotros tenemos ese bagaje, ese conocimiento, es que se podría planificar con mayor certeza el desarrollo sostenible de nuestro Valle de Aburrá”, explica Víctor Vélez, biólogo del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

El humedal es más que un pantano


Antes de que se canalizara el tramo del Río Aburrá-Medellín que pasa por el centro del Valle de Aburrá, este afluente contaba con meandros, es decir, un río con curvas, y los espacios entre ellos eran húmedos; además, habían pequeñas lagunas en las madres viejas, es decir en antiguos pasos abandonados del río,  algo pantanosos, se utilizaban para el cultivo y para la ganadería, pero debido a que esas zonas se empezaron a percibir como peligrosas, insalubres y hasta como basureros, se decidió hacer procesos de relleno para cubrirlas y construir ahí viviendas para dar lugar a los tradicionales barrios que hoy conocemos.


Entre esta oleada de “progreso” y de industrialización alrededor del Río, así como el haber tapado varias quebradas para la construcción de vías, los humedales fueron desapareciendo, no solo del territorio, sino también del imaginario colectivo. Tanto así que, al preguntarnos por ellos, pareciera sentirlos lejanos a nuestros municipios. Este panorama fue el que se encontraron los investigadores del Instituto Humboldt a medida que han ido avanzando en la ejecución del convenio interadministrativo No. 1031 de 2021, en el que buscan identificar los humedales urbanos, su biodiversidad, aspectos ambientales y demás ecosistemas que impactan la resiliencia frente al cambio climático en el área metropolitana del Valle de Aburrá.

“Los humedales socialmente eran vistos como un criadero de vectores, de ratas y culebras; así como sitios inseguros. Se tenía sobre ellos una percepción un poco negativa. En este proyecto, como trabajamos con colectivos ambientales, saben que los humedales son muy importantes, pero tampoco sabían cómo identificarlos, tanto así que muchos sin saberlo viven al lado de uno”, explica Ronald Ayazo, biólogo experto en humedales y uno de los investigadores del convenio.

Pero, a todas estas, ¿qué es un humedal? Según explica el biólogo Ayazo, Colombia hace parte del Convenio de Ramsar desde 1998, se trata de acuerdo ambiental intergubernamental creado en 1971. Al ser parte de este tratado también el país adoptó el significado de humedal que implica este acuerdo, el cual se "define como cualquier extensión de marisma, pantano o turbera, o superficie cubierta de aguas, sean estas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de aguas marinas cuya profundidad en marea baja no exceda de seis metros" (Ramsar, 1971).

El experto, indica, además, que eso no le prohíbe a los países trabajar su propio significado, es por esto por lo que este proyecto, además de ser una oportunidad para identificar los humedales del Valle de Aburrá y divulgar su importancia entre los habitantes, es también una oportunidad para construir con las comunidades el concepto de humedal urbano, del cual no se habla tanto, ya que por lo general estos se asocian con territorios no urbanizados.

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Por eso, el componente participativo de esta investigación es sumamente importante, ya que, mediante el intercambio de conocimientos entre habitantes, líderes ambientales y colaboradores, así como con el saber científico de los investigadores, se viene trabajado en una construcción colectiva del significado de humedal, así como en la identificación de estos en los municipios respectivos de cada uno de los participantes, todo esto mediante talleres presenciales.

“También hicimos un mapeo de las palabras que utilizan para denominar los humedales y salieron muchas como lago, lagunas, pozo, charco y esporas de agua. Es decir, que, al abordar el concepto de humedal, todos coincidimos en que el elemento fundamental es el agua; también en que el humedal no necesariamente tiene que ser natural puede ser un humedal artificial; además, que debe tener organismos vivos y las personas dicen que allá hay aves, ranas…”, agrega Ayazo.




En el último trimestre del 2021, el Instituto Humboldt inició la ejecución de este convenio; para entonces se tenía un inventario de humedales menor a 10, pero ahora se cuentan más de 120, tanto en zona urbana como en zona rural de los 10 municipios del Valle de Aburrá. De los que se tenían identificados, dos de ellos están declarados como áreas protegidas, se trata del Área de Recreación Humedal Ditaires, de Itagüí, que consta de 12,54 hectáreas, y del Área de Recreación Urbana Humedal El Trianón-La Heliodora, de Envigado, que cuenta con 23,31 hectáreas. Y lo que se busca con esta identificación de humedales es justamente poder aumentar esa lista de espacios reconocidos en los 10 municipios del Valle de Aburrá, a partir de los resultados finales de este convenio.

Además, de la identificación de humedales, de la reconstrucción histórica de los mismos y de la divulgación de su importancia, con este convenio también se busca poder hacer estudios ecológicos y biofísicos, a través de profesionales de la Universidad Católica de Oriente, en 8 de los humedales priorizados con el fin de tener más información acerca de su estado, de la calidad del agua, de los anfibios, de la vegetación, entre otros.

Toda la información que se recopile será fundamental para que los expertos del Instituto Humboldt le propongan al Área Metropolitana del Valle de Aburrá soluciones basadas en la naturaleza para la protección, restauración ecológica, gestión para la incidencia en los instrumentos de ordenamiento, gestión para el fortalecimiento de capacidades. También, en los talleres con las comunidades se recopilaron sugerencias generales de este tipo, que también serán revisadas por los expertos con el fin de presentar una estrategia más general enfocada en su cuidado.

“Los humedales también nos ayudan a enfrentar los efectos del cambio climático. Vemos que en los últimos días se han presentado inundaciones, entonces lo bueno, lo ideal sería poder recomponer esa dinámica natural que tenía el agua en el Valle de Aburrá porque ella tiene memoria y cuando se presentan precipitaciones ella vuelve y recuperar su territorio, lo que afecta las construcciones urbanas.  Entonces, la idea es poder pensar en soluciones basadas en la naturaleza para preservar esa cobertura natural y minimizar el impacto en la infraestructura”, explica la investigadora Paola Isaac, coordinadora de este convenio desde el Instituto Humboldt.

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¿Tiene la fauna silvestre una “rutina”?


Todos tenemos una rutina en la que repetimos constantemente algunos caminos, así como el saludo con personas similares diariamente, y en efecto tenemos siempre un punto de llegada y salida que es nuestro hogar; en la constante entre esos días se dibuja nuestra rutina, la que vamos modificando cuando hay nuevos cambios en ella, pero de alguna forma es la que va configurando nuestro tejido social y nuestra forma de habitar el territorio. 

En este sentido, valdría la pena preguntarnos ¿qué pasa con las aves, los titís, los pumas, las guacamayas, entre otros animales con los que cohabitamos en el Valle de Aburrá?, ¿será que también tienen sus propios caminos definidos, tienen un hogar al que llegar y al que volver después de conseguir alimento?, ¿será que algunas cosas que hacemos afectan su bienestar? Preguntas algo similares a estas se hizo el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, y por eso junto al Instituto Humboldt, decidió aumentar sus conocimientos sobre la fauna silvestre que transita por la zona periférica urbana del Valle de Aburrá, pero ¿cómo va a conseguir dicha información? Lo hará a través de la telemetría, que es una técnica que permite conocer la ubicación en el espacio de un individuo en un momento determinado, utilizando la red de satélites GPS o Iridium, de la misma manera que funciona el GPS de nuestro celular.  
 
“Se trata de unos transmisores, es decir, unas especies de mochilitas muy livianas que no afectarán al animal. En ella habrá unos transmisores que nos van a estar mostrando cómo se mueven; entonces de acuerdo con esa dinámica, podremos saber si se para mucho en un lado, si tiene algún comportamiento específico en algún otro. Todo esto nos va a servir precisamente para colocar pasos de fauna donde se vea necesario; también será información que nos permita saber dónde tendremos que generar una mayor revitalización natural; dónde tendremos que reconvertir pisos duros por pisos blandos que permitan generar una mayor oferta de nichos ecológicos, los cuales efectivamente podrán redundar en el mejoramiento de la calidad ambiental, la minimización del efecto de la isla de calor y que también ayudarán en la dinámica climática de nuestro territorio”, explica el biólogo y supervisor del convenio desde el Área Metropolitana del valle de Aburrá, Víctor Vélez.

Para iniciar con este monitoreo, se seleccionaron seis especies de aves: guacharaca colombiana (Ortalis columbiana), garcita bueyera (Bubulcus ibis), pigua (Milvago chimachima), gavilán pollero (Rupornis magnirostris), coquito (Phimosus infuscatus), búho rayado (Asio clamator); y ocho mamíferos: ardilla (Syntheosciurus   granatensis), zorro perro (Cerdocyon thous), zarigüeya (Didelphis marsupialis), puma (Puma concolor), Tití gris (Saguinus leucopus), comadreja (Neogale frenata); tigrillo lanudo (Leopardus tigrinus) y  ñeque (Dasyprocta punctata), a los que se les pondrán dichos dispositivos, mediante una captura controlada y respetuosa con cada especie. Serán 82 sensores los que se les pondrán a las especies antes mencionadas, instalando entre 1 y 7 equipos en individuos de cada una de las especies. Estos sensores enviarán constantemente y de manera automática los datos obtenidos a una plataforma de donde serán descargados para ser analizados y visualizados.

“Como serán 82 individuos a los que les haremos seguimiento, le pondremos a cada uno un nombre para identificar a cuál pertenece cada dato. Como es demasiada información es complejo dejarla solo en un Excel, así que son necesarios otros lenguajes de programación para procesarla. Por ejemplo, saber cómo se mueve el individuo, entender ¿qué sucede si está lloviendo demasiado?, ¿será que toda esa lluvia hace que las ardillas no se muevan? Todo lo que vamos a hacer es para obtener información completamente nueva, porque en áreas urbanas, datos de movimiento, la verdad no hay muchos”, explica la investigadora del Humboldt, Adriana Restrepo.

Además de que esta investigación permitirá generar información útil para la toma de decisiones, también tendrá un componente divulgativo para dar a conocer a los habitantes metropolitanos, a través de la App 24/7 una idea de por dónde pasan las especies rastreadas, con el fin de generar una mayor cercanía con las dinámicas de la fauna silvestre con la que cohabitamos el Valle de Aburrá. “El punto más importante respecto a la ciudadanía es que, como decían por ahí, nadie ama lo que no conoce. Entonces si queremos empezar a tener una relación más saludable con toda la fauna que nos rodea, lo primero es que tenemos que entender que ellos también son habitantes de este espacio que son más parecidos a uno de lo que uno a veces se podía imaginar. Los animales tienen sus rutas y sus recorridos, y cuando uno empieza a sentirse como tan reflejada en los animales todo eso empieza a acercarnos a ellos y a sentir que son seres que merecen respeto”, agrega Restrepo.

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El Valle de Aburrá se conecta a través de sus espacios públicos verdes


Las zonas verdes y los árboles en las zonas urbanas son muy importantes para nuestro bienestar, así como para el de la fauna silvestre que hace de ellos su casa y su fuente de alimento. ¿Pero cómo evitar su pérdida o cómo mantener un equilibrio entre la expansión urbana y la existencia de espacios verdes en el Valle de Aburrá? Justamente para responder de una forma adecuada a esta pregunta, entre otras, se realizó el Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes Urbanos  en 2006, que al ser adoptado mediante el Acuerdo Metropolitano No.16  de ese mismo año, se convirtió en un instrumento de planificación para el ordenamiento territorial y para la gestión ambiental en el Valle de Aburrá.
 
El Plan Maestro está conformado por cinco lineamientos de política, seis estrategias de acción y una serie de programas y proyectos a través de los cuales es posible lograr una mayor articulación entre las diferentes instituciones y actores relacionados con la gestión del bosque urbano; la creación de nuevas zonas verdes públicas, el fortalecimiento de la conectividad ecológica, el mantenimiento preventivo de la vegetación leñosa, el fortalecimiento de la apropiación social y del conocimiento, entre otros, con el fin de potenciar la prestación se servicios ecosistémicos que son esenciales para el bienestar físico y mental de los ciudadanos del Valle de Aburrá.
 
“Lo que buscamos con este convenio es actualizar este Plan maestro, vamos a definir qué ha pasado desde el 2006 hasta ahora (2022) y luego vamos a proyectar los lineamientos y acciones hasta el 2032. Necesitamos que el Plan Maestro integre todo lo que fue después de 2006, así como ofrecer pautas para mejorar esa conectividad ecológica”, explica Claudia Hoyos, supervisora del Área Metropolitana del Valle de Aburrá​ del convenio 1003 de diciembre de 2021 con el Instituto Humboldt para actualizar dicho Plan Maestro.

Pero, los avances en cuanto a espacios públicos verdes no terminaron ahí, durante estos años el Área Metropolitana del Valle de Aburrá junto al Distrito Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación de Medellín, ha fortalecido el Sistema de Árbol Urbano -SAU . Se trata de un aplicativo que agrupa toda la información a través del tiempo de siembras, mantenimientos, podas, trasplantes y talas que se realizan en las áreas urbanas de los 10 municipios del Valle de Aburrá.

“Esta es una herramienta de la que queremos que también el ciudadano se apropie; por ejemplo, si yo quiero saber cuál es el árbol que está al frente de mi casa, entro en esta plataforma y puedo empezar a identificar la información asociada a él. Es todo un sistema de información geográfico asociado a zonas verdes y al arbolado urbano”, agrega la ingeniera Hoyos.

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En este orden de ideas, debido a que durante estos años se ha realizado una gran cantidad de estudios y avances asociados a los espacios verdes urbanos, así como nuevos lineamientos internacionales, la actualización del plan maestro se realizará con base en esta información.

“Necesitamos actualizar las orientaciones y lineamientos que actualmente rigen el Plan Maestro como respuesta ante las rápidas trasformaciones y al crecimiento urbanístico del área metropolitana del Valle de Aburrá en los últimos años. Es por esto que el Área Metropolitana, evidenciando los efectos negativos que genera el desarrollo urbano descontrolado sobre la ocupación del suelo y sobre la naturaleza que pervive en las ciudades y que proporciona bienestar, recreación y disfrute de la población, asumió el reto, en conjunto con el Instituto Humboldt, de la actualización del Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes como un compromiso para repensar la vida en las ciudades a partir de los beneficios que proporcionan como patrimonio natural que atraviesa los municipios”, explica Paola Morales, coordinadora desde el Humboldt de este convenio.


Una de las estrategias divulgativas de este proceso consta de nueve talleres, tres por zona, es decir en el norte, en el centro y en el sur del Valle de Aburrá, los cuales tienen enfoques diferentes con el fin de incentivar en las comunidades diferentes reflexiones, así como divulgar los avances de la ejecución del proyecto. De igual manera, a través del Comité Metropolitano de Silvicultura Urbana se tiene un espacio de comunicación con los diferentes municipios, mediante la presentación de avances desde el equipo técnico que lidera la actualización del Plan Maestro, así como la presentación y discusión de otros temas de interés.

La participación de los municipios que conforman el Área Metropolitana del Valle de Aburrá es fundamental para este proceso  ya que en este ejercicio se tiene en cuenta la información que, de primera mano se genera al interior de estas dependencias, como el Plan de Renaturalización de Medellín, la adopción de árboles patrimoniales o especiales, los ejercicios de conectividad ecológica, entre otros, que  generan valiosos aportes para la gestión de los espacios verdes en la región metropolitana pues permitirán verificar la realidad de los territorio y sus retos, los cuales serán la base para este proceso de actualización. 

“La revisión detallada del actual Plan Maestro, junto con la ejecución de ejercicios participativos y diversos con autoridades municipales y representantes de la ciudadanía, involucrados en la gestión y planificación del territorio de los 10 municipios, busca recoger las experiencias, logros, aciertos y desaciertos en gestión y planificación de los espacios públicos verdes urbanos de los últimos 16 años, con el propósito de poder ordenar la “casa natural” que es de todos. Reconociendo los diferentes esfuerzos, retos y aprendizajes que desde los municipios han mantenido o mejorado los espacios públicos verdes, en contribución al entramado ecológico que nos conecta y comunica, mejorando no solo la conectividad ecológica y ambiental, sino la conexión social para los habitantes del Valle de Aburrá. Es así como ¡los espacios públicos verdes urbanos nos conectan!”, agrega Morales.

Habitar una metrópoli sostenible implica reflexionar sobre lo que significa para nuestra vida diaria los árboles y por ende las zonas verdes, preguntarnos por cómo nos relacionamos con ellos, por eso este Plan Maestro tiene un enfoque divulgativo y de apropiación social del conocimiento tan importante, que poco a poco irá permeando a la ciudadanía. 

Por lo pronto, aquí una reflexión que la ingeniera Hoyos nos presenta para ponernos en sintonía con estos vecinos altos, grandes y frondosos de nuestros municipios: “La ciudad es un calentador porque la infraestructura gris absorbe la radiación solar durante el día. En cambio, la zona verde lo disipa. Un árbol refresca el ambiente; esto además está asociado a las islas de calor y los árboles se convierten como una especie de amortiguador, al generar un efecto de refrigeración natural; además, están asociados a la calidad del aire porque absorben el CO2 y liberan oxígeno, son una fábrica de oxígeno. Son tan valiosos que perderlos es perder vida”, destaca la profesional Hoyos.

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Hasta este punto hemos visto cómo, aunque estos convenios tienen enfoques diferentes, cuando se miran en conjunto se pueden entender como piezas de un rompecabezas más grande, que teniendo en cuenta los saberes de distintas profesiones, los saberes comunitarios y el desarrollo e integración de las nuevas tecnologías para la toma de decisiones y la planificación territorial es que construimos un #FuturoSostenible.