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Así se forman las nubes de datos que ayudan a salvar vidas en Colombia y en el Valle de Aburrá


La transición hacía tecnologías de monitoreo en tiempo real y la consolidación de sistemas de alerta temprana locales, como el SIATA, han robustecido los registros históricos climatológicos nacionales. Pese a los retos, estos datos, en muchas ocasiones, hacen la diferencia entre la vida y la muerte.​​​

Son las 5:30 a.m. en el barrio San Pedro de Pamplona en el Norte de Santander, Luz Marina Jaimes, ama de casa, comienza su rutina diaria: se organiza y deja preparada la primer comida del día para su familia antes de irse a la estación del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) ubicada a media hora caminando desde su casa, para registrar a las 7:00 a.m., en un cuaderno, los primeros datos que le señalan los instrumentos con los que cuenta esa estación, que miden variables como la temperatura, la lluvia y la velocidad del viento. Seguimiento que viene haciendo hace 18 años, luego de que su padre le heredara este ejercicio, tras 31 años de observación rigurosa.

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Hacia las 6:00 a.m. en las oficinas del IDEAM en Bogotá, y en la Torre del Sistema de Alertas Temprana del Valle de Aburrá (SIATA), en la capital antioqueña, se da el cambio de turno del equipo de profesionales que monitorean las 24 horas de los 7 días de la semana, los 365 días del año, el comportamiento de sus estaciones, así como la información de sus radares, con el fin de alertar y reaccionar ante una posible emergencia en los territorios, o ante un daño en alguno de sus instrumentos.

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A esa misma hora en Bello, en la sede del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), Darío de Jesús Oquendo, oriundo de la región de Urabá y encargado de los oficios varios en esta entidad, o como el se denomina “un todero”, comienza su día tomando los datos en su cuaderno a las 7: 00 a.m. A esa misma hora, los 2.360 observadores con los que cuenta el IDEAM en el país, también hacen su registro.

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Y por último, en este paneo, en el corregimiento San Sebastián de Palmitas, de Medellín, se levanta Blanca Jaramillo, ama de casa, a las 6:45 a.m., para ir caminando hacia la estación del IDEAM en La Aldea, que le queda a 5 minutos de su casa, sumándose así a esa toma de datos simultánea que se da en diferentes zonas del país cada mañana. Los cuadernos de apuntes que va llenando los entrega mensualmente a su enlace regional —así mismo lo hacen Jaimes y Oquendo— para que hagan llegar esa información a las oficinas de Bogotá. Además, mediante una comunicación diaria entregan esos datos día a día vía telefónica o por un mensaje en WhatsApp.

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Así pues, al ver estos escenarios es evidente que, para la toma de datos metereológicos nacionales, por parte del IDEAM, la mayoría se hace de forma manual con su red de observadores que diariamente van y toman los datos que les muestran los instrumentos en las estaciones, por lo menos tres veces al día: a las 7:00 a.m., a la 1:00 p.m. y a las 7:00 p.m. Actualmente el país cuenta con 2.600 estaciones aproximadamente, distribuidas en el territorio nacional, de las cuales el 14% son automáticas o sea que cuentan con sensores que se comunican en tiempo cuasireal con un servidor.

Con este panorama, surge la pregunta ¿por qué no todas las estaciones son automáticas, teniendo en cuenta los avances tecnológicos mundiales? Según explica Eliana Fonseca, coordinadora del Grupo de Gestión de Datos de la Subdirección de Meteorología del IDEAM: “Nuestra climatología en Colombia está respaldada por la red convencional, son los instrumentos más antiguos… En ese sentido, a nivel mundial, se habla de redes casi que totalmente automatizadas, por el cambio de tecnologías, porque es más eficiente tener la información inmediata y no esperar tanto para tener la información completa. Así que en miras de poder llegar a tener nuestra red 100% automatizada hemos venido haciendo inversiones en algunas estaciones”.

Pero, ¿qué ha pasado en ese proceso?, según explica Fonseca: “Aún hay diferentes posturas por parte de los científicos que argumentan que son mucho más veraces las observaciones convencionales que las automáticas, porque finalmente lo que nos reportan las automáticas son sensores electrónicos, sensores que están sometidos a cambios en la calibración, pueden sufrir alteraciones electrónicas y demás, es por eso que ellos prefieren, en cierta medida, las estaciones convencionales, en las que el observador nos da información de lo que realmente está pasando y es muy bajita la probabilidad de que se equivoque. Pero, más que solo un cambio de tecnología, no podemos seguir con una red convencional porque muchos de los instrumentos ya están obsoletos y no son fáciles de conseguir de nuevo, entonces en este momento a nivel nacional el reto sí es migrar a una red automática, pero estamos en ese proceso, en ese caminar y al mismo tiempo velando por la calidad de la información”.

Pero, además de estas dificultades, también se requieren de otros factores para instalar una estación: “Entre más datos se tengan, mayor monitoreo se puede hacer, sin embargo no es tan fácil encontrar sitios dónde ubicar una estación, por mil situaciones, por orden público, por ejemplo, porque en ocasiones se la roban, o porque no hay transmisión, o porque llegar a ciertas zonas del país, para hacer mantenimiento, es super complejo, y hay zonas en las que se requiere tener un dato para poder advertir aguas abajo la cantidad de precipitación que podría tener esa cuenca, eso se suple, en algunas zonas del país, con la información de radares, ya que no hay una cobertura total del territorio nacional. Pero, aún nos falta para tener una información más precisa de la realidad de cada región”, explica Christian Euscátegui, meteorólogo de la Subdirección para el Conocimiento del Riesgo, de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (UNGRD).


Los datos se levantan en tierra hacia la nube

Ahora, hagamos zoom a esa recolección de datos meteorológicos nacionales. Aunque la estación más antigua del país es la de Andagoya, Chocó, que data de 1915, desde hace más de 100 años, y en Antioquia la más longeva es la de Puerto Berrío, que data de 1936, con 85 años de historia, según la última versión del Catálogo Nacional de Estaciones (CNE) del IDEAM, ¿por qué se dice que el país cuenta con un registro histórico climatológico de hace 30 años?, pues bien porque según explica Fonseca, las series más completas con las que cuenta el país se dan desde ese rango de tiempo: “Lo que sucede es que ese periodo estándar internacional de 30 años, ha sido fijado por la Organización Meteorológica Mundial para que sea comparable cualquier elemento del clima (precipitación y temperatura, por ejemplo) en toda la superficie de la Tierra. Es decir que pueda ser comparable el valor de un elemento del clima en un punto con otro. Esa climatología estándar es por ahora la 1981-2010, pero está próxima a cambiar a 1991-2020; los Servicios Meteorológicos Nacionales vienen trabajando en ello”.

Ahora, pensemos en las 2.600 estaciones que conforman la red meteorológica del IDEAM en todo el país, ¿todas son iguales y miden lo mismo?, ¿cada cuánto entregan información y cómo se articulan con los más de 2 mil observadores? Lo primero es saber que esta Institución cuenta con alrededor de 12 tipos de estaciones​, que miden 17 variables meteorológicas diferentes distribuidas entre sí, como la precipitación, la temperatura, la humedad relativa, entre otros. Así que no todas son iguales ni miden lo mismo.

Como el 86% de esas estaciones son convencionales, es decir que ciudadanos voluntarios y otros que reciben un incentivo económico, entrenados por el IDEAM, van y registran en cuadernos los datos que observan en los instrumentos diariamente, el proceso de recolección en físico de las gráficas y las planillas, se hace mensual o trimestral, según las zonas. Pero, debido a que es necesario contar con los datos lo más pronto posible, para que el equipo de científicos en Bogotá dé los pronósticos del tiempo y emita boletines, se priorizaron 500 estaciones a las que se les hace una llamada o comunicación diaria a las 7:00 a.m. para que no solo compartan ese primer dato del día sino también los que se tomaron en la tarde y noche del día anterior.

“Es importante recordar que tenemos 11 áreas operativas, una por un número determinado de estaciones por área, que son quienes recogen esa información en físico. Nuestro propósito es migrar a tecnologías como WhatsApp, pero aún hoy hay mucha limitación debido a la conexión a internet en algunas zonas del país, no todos nuestros observadores usan celulares, muchos de ellos también son mayores, tenemos observadores de 60 o 70 años, entonces para ellos es más complejo. Con respecto a los diarios en físico, estamos en la construcción de propuestas para que llegue de manera casi inmediata y así evitar este tipo de desplazamientos, pero por ahora la realidad del Instituto es esta”, aclara Fonseca.

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Después de que estos datos recolectados diariamente son digitalizados, pasan por un proceso de verificación y validación, mediante el Sistema de Información para la Gestión de Datos Hidrológicos y Meteorológicos (DHIME). El monitoreo de la atmósfera no solo se lleva a cabo a partir de la observación de la red en superficie que tiene las estaciones automáticas, sino que adicionalmente hay otras herramientas de monitoreo de la atmósfera como los radares, información satelital y los radiosondeos que complementan las observaciones para fines muy específicos como el pronóstico y los boletines para conocimiento público.

Mientras el proceso de automatización de las estaciones va avanzando de a poco en el país, personas como Luz Marina Jaimes, de Pamplona, ven estas estaciones no solo como un patrimonio nacional, por su antigüedad y por las generaciones que han pasado por ellas, sino también como un espacio de gratos recuerdos: “Siempre acompañaba a mi papá a tomar los datos, le preguntaba cómo se leía eso y le decía que me ensañara y cada día me enseñaba cosas nuevas. Aquí hay muchos recuerdos, compartíamos esa experiencia hermosa de venir toda la familia a trabajar acá, incluso veo cómo a los pajaritos les gusta venir a echarse chapuzones en el tanque evaporímetro, entonces hay que tener esto muy lindo. También recuerdo que nos enviaban estudiantes del ISER para enseñarles cómo es el proceso de observación y qué medía cada instrumento, y así fue como conocí a mi esposo, aquí nos enamoramos...”.



De botellas de gaseosa a un sistema de monitoreo metropolitano

El SIATA no siempre fue una compleja y estructurada red de monitoreo multiparamétrica en tiempo real como la conocemos hoy, sus orígenes se remontan hacia finales de los años 90, hace más de 20 años, según explica Luz Jeannette Mejía, hoy líder de la Unidad de Gestión del Riesgo del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA), quien para esa época hacía una pasantía como estudiante del pregrado en Geología de la Universidad EAFIT de Medellín, en el Sistema Municipal de Atención y Desastres (SIMPAD) y que ahora se conoce como el Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (DAGRD), su función era digitalizar los informes que estaban escritos en máquina de escribir, pertenecientes a un geólogo que se iba a jubilar de la entidad para entonces.

“Eso fue cuando estaba en el séptimo semestre, con los conocimientos que adquirí al conocer ese registro de notas de ese geólogo y ver que cada vez que llovía se presentaban las mismas emergencias, yo dije: ‘Voy a proponer en mi próximo semestre, que es el de práctica, identificar las 10 quebradas más críticas que tienen Medellín’. Entonces empecé a revisar y a recoger esa información y me di cuenta de que esas 10 quebradas se inundaban en la misma época del año, en los mismos barrios y en los mismos sectores, en ese momento no había tantos recursos, no podíamos poner tecnología en tiempo real, pero sabíamos que para que las personas supieran la necesidad de evacuar, era importante que conocieran el dato”, recuerda la geóloga Mejía.




​Fue así como, por la necesidad de emitir alertas tempranas para prevenir la pérdida de más vidas por cuenta de las fuertes precipitaciones y desbordamiento de quebradas, la idea inicial de Mejía se transformó, hacia 1999, en la Red Hidrometereológica Comunitaria que consistió en el desarrollo de unos pluviómetros manuales con botellas de gaseosas y probetas con el soporte universal, con el fin de medir la cantidad de precipitaciones que se daban en cada una de esas zonas durante un tiempo determinado, una vez desarrollados estos primeros instrumentos los llevaron a los colegios más cercanos.

“Se eligieron los colegios porque antes tenían jornada en la mañana, jornada de la tarde y siempre había vigilancia, así que seguimos la pauta que indica la Organización Meteorológica Mundial (OMM) e incluso el mismo IDEAM, de por lo menos tomar datos diarios a las 7:00 a.m. y a las 7:00 p.m. Entonces vimos que en el colegio siempre iba a haber quién pudiera tomar esos datos”, cuenta la científica.

En ese momento los niños tenían una participación muy activa en esos procesos de medición, por eso se creó un grupo llamado Los Guardianes de la Lluvia. Pero, más adelante, al ver que no solo había demanda de información para las comunidades de esas 10 quebradas, sino que comenzaron a surgir nuevas preguntas en la academia, “nos dimos cuenta que la información que ya habíamos recolectado en los colegios, era muy buena pero que tenía un margen de error muy alto, entonces compramos los primeros pluviógrafos que funcionaban con pilas, y aunque había que cambiárselas cada tanto, nos entregaban la información consolidada, pero como en ese momento teníamos 40 instrumentos para 10 quebradas, era muy desgastante porque si se dañaba uno de ellos, había que importarlo de Estados Unidos. Pero, para ese momento nuestro proceso social estaba muy avanzado”, señala Mejía.

Hacia el 2008, luego de 10 años de fortalecer el trabajo comunitario y ampliar la red pluviométrica pasando de 40 a 60 instrumentos, surgió la necesidad de que Medellín entrara en diálogo con otros municipios ya que, aunque estos están muy bien delimitados geográficamente, comparten las quebradas que los atraviesan, así que, si había algún desbordamiento, de igual forma afectaría a las dos partes, por eso era necesario conocer también cómo se comportaba la lluvia en los sectores vecinos, de esta forma la necesidad de monitoreo no solo fue para Medellín sino también para los municipios que conforman el Área Metropolitana. “Entonces en conversaciones con el Área Metropolitana, presentamos el proyecto que veníamos adelantando y fue cuando se decidió comprar el radar meteorológico, fue el primer radar del país y el único que se había pensado para gestión del riesgo, hasta ese momento, incluso fue uno de los primeros radares banda C de Latinoamérica, eso fue en el 2011”, explica la académica.



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Al ritmo de los avances tecnológicos

Uno de los equipos de profesionales que integra el SIATA, se dedica a la telemetría, son los que posibilitan la comunicación en tiempo real de las estaciones distribuidas en el Valle de Aburrá con la Torre SIATA, ubicada en el centro-occidente de Medellín, mediante el diseño de nuevos sensores, así como del ensamble y la calibración de las estaciones de monitoreo y del desarrollo de tarjetas electrónicas. Es por eso que estos profesionales son los que mejor conocen la transición tecnológica de todo este proyecto.

“En los inicios del SIATA, la información de los pluviómetros ubicados en los techos de los colegios, eran recopilados en unos dispositivos electrónicos llamados datalogger, y cada mes se hacían visitas para descargar esos datos de forma manual en una PALM, una agenda digital, la tablet de ese tiempo. Después de la recolección con el PALM ya llegaba aquí a La Torre SIATA, lo graficaban y los científicos empezaban a analizar esos datos para dar pronósticos y demás información útil para la ciudadanía. Para ese momento no teníamos información en tiempo real”, cuenta Jhonny Herrera, líder del Equipo de Telemetría, quien está al frente desde hace más de 10 años.


Debido a las posibilidades que iba trayendo consigo los desarrollos tecnológicos mundiales, en 2009 se comenzó a hacer una transición para lograr esa medición en tiempo real, así que desarrollaron su primera tarjeta electrónica para el pluviómetro, tenía varias entradas, una para la energía y otra para un modem que enviaba información cada 5 minutos. En ese proceso comenzaron a surgir otras estaciones con otros sensores que diversificaron aún más las variables.

Para el 2011, se diseñó otra tarjeta, que ya permitía guardar la información ya no en memorias, sino en micro SD con una capacidad de 2GB y la información pasó de enviarse cada 5 minutos a cada minuto. "Las tarjetas electrónicas, en ese momento eran los cerebros de las estaciones. Las otras tarjetas que desarrollamos posteriormente fueron intentos fallidos. Así que viendo todas las posibilidades que había en el mundo, nosotros dijimos: '¡para qué vamos a seguir diseñando todas estas cosas si actualmente ya lo están haciendo empresas internacionales', ¿entonces nosotros qué hicimos? decidimos pegarnos a esos desarrollos, así que con un sistema arduino, que es muy bueno para leer sensores y con estos minicomputadores llamados Blackberry Pi, que es actualmente nuestro caballito de batalla, logramos conectar a una misma estación varios sensores", explica el científico Herrera.

Es por eso que, las más de 1.000 estaciones con las que cuenta actualmente el SIATA, son multiparamétricas porque no todas miden variables meteorológicas, sino que hay otras que miden el comportamiento de los suelos ante eventos sísmicos, la calidad de aire y los focos de calor en las laderas para detectar incendios forestales; cada una, cuenta además, con un respaldo de batería y con un panel solar para garantizar su conexión y funcionamiento ante cualquier apagón. Pero, eso no es todo, también obtienen información de los sensores remotos, que son: la Antena GOES, el Micro Radar, el Radar Meteorológico —que cubre aproximadamente el 90% de Antioquia—, el Radar Perfilador de Vientos y el Radiómetro. Un crecimiento que se dio en los últimos 10 años y que actualmente lo convierten en un referente nacional.


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​Datos que salvan vidas

Todo este esfuerzo de recolección de datos, además de permitirnos conocer la climatología nacional y local para pronosticar el tiempo, —que nos sirve para determinar cosas tan simples como qué ropa ponernos, qué evento social hacer o no—, también responde a un objetivo claro: salvar vidas, procesos que dentro de la gestión del riesgo son reconocidos como alertas tempranas, porque buscan anticiparse y responder ante posibles hechos que puedan poner en peligro la vida humana y lo que posibilita su existencia, así como la sostenibilidad de nuestros ecosistemas.

“La diferencia es la oportunidad y la anticipación, porque nosotros antes reaccionábamos sobre el evento, hablábamos sobre el pasado, sobre el daño ya ocurrido, mientras que aquí tenemos la información con un tiempo suficiente que nos da la oportunidad de informar a la ciudadanía que habita los puntos críticos. Ha sido muy importante el rigor científico, nosotros estamos muy seguros del dato, y con ese dato las autoridades, como entes de control, deciden mandar a evacuar con 15 o 20 minutos antes de la emergencia una zona en riesgo, ese rigor científico es la diferencia entre la vida y la muerte. Pero, cada vez que prendemos una alarma comunitaria, cada vez que llamamos al líder, cada vez que le decimos desde la Torre SIATA, mire esa nube roja indica que va llover mucho… Es cuando se ve la diferencia en tener o no nuestro propio sistema de alertas temprana metropolitano”, explica Mejía.

Como bien lo menciona la geóloga, esto no siempre fue así y no solo en Medellín sino en el país, porque fue hasta después de las grandes pérdidas por el fenómeno de El Niño entre 2007-2008 y La Niña entre 2010 – 2011, que surgió en 2012 la Ley 1523, por la cual se adoptó la Política nacional de gestión del riesgo de desastres y se estableció el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, que cambió la forma de atención de las emergencias en el país, y obligó a los municipios a tener su propia oficina de gestión del riesgo, un plan para atender las emergencias, una estrategia municipal de respuesta, tener un fondo y un sistema de monitoreo de la emergencia. Para ese momento, el SIATA ya llevaba un camino recorrido.

Actualmente en el país Bogotá también tiene ya consolidado su propio sistema de alertas tempranas y otras ciudades también vienen avanzando en ello. En muchos casos cuentan con el apoyo de universidades locales para desarrollar sus estaciones y sensores. Además de esos esfuerzos, el IDEAM ha creado e impulsado los Centros Regionales de Pronósticos y Alertas, en el país hay cinco: Antioquia, Duitama, Santa Marta (agrupa La Guajira, Magdalena, Cesar), Mojana y Santander, que permiten tener una articulación con los departamentos para apoyarlos en el monitoreo y el seguimiento de las condiciones hidrometeorológicas, ante ciertas condiciones de amenaza, una emergencia o un desastre de origen hidrometereológico.

"La idea es que esos centros regionales interactúen constantemente con la oficina de pronósticos y alertas del IDEAM en Bogotá que es la que está monitoreando constantemente todo el país. Estando en IDEAM siempre pensé que podíamos cobijarnos la cabeza, con el riesgo de descobijarnos los pies, en términos de monitoreo y seguimiento, porque podíamos estar muy atentos a una zona determinada, cuando en otra podía estarse muy cerca de presentarse una emergencia. Así que esta apuesta permite corroborar que desde los territorios se esté pendiente de toda la información disponible e inclusive que se reporte cualquier tipo de fallo a nivel de estaciones, se trata en cierta forma de hacer un ejercicio lo suficientemente eficiente y eficaz para que sus alertas sean más oportunas y que en general puede haber mayor nivel de certidumbre", agrega Euscátegui.

Es por eso que, con el fin de darle más herramientas a municipios que no cuentan con una gran capacidad de inversión para crear su propio sistema de alertas, el pasado 14 de julio la UNGRD se lanzó un documento llamado Guía para el Desarrollo de Sistemas de Alerta Temprana​. En este punto uno se podría preguntar, ¿para qué más datos si ya hay varios sistemas de alerta en diferentes ciudades, el IDEAM además de sus 2.600 estaciones cuenta con 4 radares…? “Yo siempre hago un paralelo con lo que pasa cuando te chequeas la salud médica, es igual. Si una EPS te ordena tres exámenes, entonces bueno, con tres exámenes puedes hacer un diagnóstico, puedes hacer un análisis de tu salud con esos datos, pero si lo que quieres es hacer un análisis de todo, pues necesitas más información, más exámenes de laboratorio, no es igual tener tres exámenes, a tener 10, 30, entre más información es mucho más efectiva la toma de decisiones. El país paulatinamente ha ido fortaleciendo la información y en la medida que tengamos datos, le servirán para robustecer su conocimiento y mejorar su pronóstico”, explica Lina Dorado, subdirectora para el Conocimiento del Riesgo de la UNGRD.


Datos para soñar

Los retos que tiene el país para comprender cada vez mejor su climatología no solo implican automatizar sus estaciones y hacer una transición armoniosa entre los registros históricos y los nuevos, sino también mantenerlas en el tiempo, y para ello son necesarios profesionales calificados, así como inversión en investigación y en desarrollo de nuevas tecnologías. Si bien para este año el Gobierno Nacional le asignó $82 mil cuatrocientos millones al IDEAM, $52 mil de ellos para su funcionamiento y $30 mil más para inversión, la ingeniera Fonseca, sueña con que en un futuro su equipo pueda robustecerse más: “Quisiéramos tener un equipo de 50 personas, un equipo grande que pueda darle ese valor agregado a la información, adicionalmente también se requiere temas de capacitación constante, hemos estado muy de la mano con OMM, con profesionales expertos para que nuestro personal tenga todo el conocimiento y las herramientas para poder lograr que toda esa cadena del datos sea cada vez más eficiente. El país necesita meteorólogos, la gente dice que suena difícil, raro, pero esto es maravilloso. El país tiene un reto enorme de seguir trabajando, avanzado en investigación, seguir adaptándose a esas nuevas tecnologías, y yo creo que eso se logra a través de los nuevos profesionales. La tecnología avanza a grandes pasos y como país no nos podemos quedar atrás, tenemos que seguir avanzando”.

Aunque el SIATA desde el 2010 toma sus datos en tiempo real y durante estos años han fortalecido su trabajo social y comunitario, la geóloga Luz Janeth Mejía, que en su tesis de maestría soñó con crear este sistema, ahora además de reconocer la importancia de que las redes se sigan fortaleciendo, ve necesario también hacerlo con “un enfoque diferencial, y ¿cuál es el enfoque diferencial? Pensar en las comunidades que aún no tienen acceso a los recursos tecnológicos, en las que tienen limitaciones auditivas —porque estamos poniendo alarmas sonaras—, porque si yo no escucho, si yo no veo, si yo no puedo seguir una ruta de evacuación… Entonces para mí el reto del SIATA es que crezca con enfoque diferencial, ese es como mi sueño, que uno diga que es un sistema incluyente, porque finalmente es en lo que tenemos que pensar, es también en los que tienen discapacidades, en los no cuentan con conexión a internet, ni con un computador…”.

Por otro lado, el pasado 03 de agosto el Área Metropolitana firmó nuevamente un contrato con la Universidad Eafit, para darle continuidad al proyecto SIATA, por cerca de 22.060 millones de pesos para garantizar su funcionamiento y crecimiento. Los profesionales de Telemetría sueñan con tener un equipo de metrología, “que es como un laboratorio donde podríamos comparar y desarrollar sensores, nosotros compramos sensores certificados, pero a la vuelta de dos o tres años hay que estarlos calibrando. Son laboratorios que están en los países más desarrollados. También se requiere más investigación porque esos países, que son los que venden este tipo de equipos, los hacen muy ajustados a sus territorios, en cambio los nuestros son muy distintos a los de ellos, por eso es muy importante conocerlos más y para eso se necesitan nuevos instrumentos”.

En nuestro país son muchas las problemáticas que exigen una atención e inversión económica más inmediata para mitigarlas, pero aún en medio de las limitaciones económicas, la creatividad de muchos profesionales, la apertura de las universidades y de los dirigentes políticos nacionales y locales, son cruciales para avanzar en el fortalecimiento y la densificación de las redes de monitoreo, pero también para afrontar los posibles efectos del cambio climático y variabilidad climática en nuestros territorios. Ya que a mayor conocimiento, mayores decisiones oportunas para seguir salvando vidas.





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