Así interactúan el cambio climático y la calidad del aire en el Valle de Aburrá


No hay nada mejor durante un día de descanso que asomarse por la ventana y ver florecer la mañana, y ser más consciente de cómo, poco a poco, la luz va revelando lo que hay a nuestro alrededor. Y ese descubrimiento lo logran captar nuestros ojos gracias a que ellos se adaptaron a ver la porción, que los científicos llaman “visible”, de la radiación de onda corta que nos llega del sol, y que nos permite saber que es de día.

Pero hay una parte de esta radiación de onda corta que no logramos ver. Se trata de los rayos ultravioleta, que son absorbidos casi en su totalidad por la capa de ozono.  Sin ella, nuestras pieles se quemarían y los numerosos materiales que hacen parte de nuestra vida diaria se verían significativamente afectados. Tampoco vemos la radiación infrarroja cercana, que interactúa con el vapor de agua en nuestra atmósfera, pero esa es otra historia.

Casi el 100% de la radiación que nos llega del sol es de onda corta, y nos llega en forma de radiación ultravioleta, visible e infrarroja cercana. La radiación de onda corta que no es reflejada directamente al espacio logra entrar a nuestro planeta e impacta su superficie si no es absorbida por el vapor de agua, a lo que nuestra Tierra responde emitiendo radiación de retorno al espacio, pero en forma de radiación de onda larga, que tampoco logramos ver con nuestros ojos. No toda esa radiación se escapa, porque nuestra atmósfera cumple el rol de efecto invernadero, atrapando una parte de esta, que en otras circunstancias saldría libremente al espacio. 

Ese balance entre la radiación de onda corta que entra a nuestro planeta y la que se emite en forma de radiación de onda larga hacia el espacio es crucial para mantener la vida como la conocemos. El problema al que como humanidad nos enfrentamos actualmente es que una parte de esa radiación de onda larga que debería escaparse al espacio se está quedando en el planeta Tierra, debido al aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera producto de nuestras actividades de producción y consumo.

Las grandes cantidades de contaminantes que emitimos no sólo afectan la calidad del aire que respiramos en nuestros territorios, sino que también aportan a que nuestra atmósfera se convierta en una especie de tapón que impide la salida de esta energía y por eso es por lo que el planeta se está calentando.

“El cambio climático está asociado a un desbalance radiativo del planeta. La Tierra tenía su propio balance de energía y por nuestras actividades el planeta ha estado atrapando más radiación de onda larga de la que debería, que sabemos escaparía libremente hacia el espacio para mantener el balance, y por eso se da el aumento de la temperatura. La definición de cambio climático es mucho más extensa que sólo calentamiento global; se trata del cambio en el largo plazo de todas las variables climáticas, así como del cambio en la magnitud, la frecuencia, la distribución espacial y la duración de eventos climáticos extremos”, explica Daniel Ruiz Carrascal, coordinador general del SIATA.

Pero, la relación entre cambio climático y calidad del aire no sólo está relacionada con los contaminantes que emitimos mediante fuentes móviles (medios de transporte que funcionan a combustión) y fuente fijas (las industrias que emiten contaminantes), o con los que nos llegan de otros territorios (como producto de la quema de biomasa e incendios en otras regiones), sino también con lo que en la literatura científica se conoce como air pollution weather, que según el experto Ruiz, se trata de cómo el estado del tiempo favorece o no el proceso de dispersión de contaminantes. 

“La radiación que viene del sol cruza la atmósfera, que le resulta trasparente, calienta la superficie, y  esta calienta el aire que se encuentra en contacto con la superficie, es decir el que respiramos, y ese proceso de ganar energía en los niveles bajos puede favorecer la convección, moviendo el aire que está cerca de la superficie hacia niveles altos. A este mecanismo se le llama proceso de mezcla en la vertical, y es fundamental para la dispersión de contaminantes del Valle de Aburrá”, agrega el coordinador Ruiz. 

En este sentido, el cambio climático parece estar favoreciendo la retención de contaminantes en el Valle de Aburrá, impidiendo que lleguen a un punto tan alto que los vientos puedan arrastrarlos. En los días de episodios por calidad del aire, la carga de contaminantes es tan alta porque se suma el material particulado que nos llega de otras regiones (producto de incendios, por ejemplo) con los que producimos en el Valle de Aburrá, y se queda atrapado en nuestro territorio, siendo así perjudicial para nuestra salud. Y sólo hasta que las condiciones del estado del tiempo favorezcan su dispersión, no se logra aliviar la calidad del aire que respiramos.

“El cambio climático no incrementa las concentraciones de ozono, no incrementa de manera directa el material particulado, pero crea las condiciones para que se inhiba el proceso de mezcla vertical del material particulado. En la capa que llamamos tropósfera, que asciende desde la superficie hasta aproximadamente los 10 a 15 kilómetros (nosotros sólo estamos a 1.450 metros sobre el nivel del mar), se está presentando un comportamiento particular en la región tropical. Por encima de aproximadamente los 6 mil metros sobre el nivel del mar, se está dando un calentamiento tan acelerado que está afectando la diferencia de temperatura entre los niveles bajos y los niveles altos. Esta afectación está generando que los contaminantes se estén quedando atrapados en los niveles bajos. Sospechamos que en estos episodios críticos no hay mezcla en la vertical y que, además, en el futuro los episodios podrían ser más severos”, proyecta el coordinador Ruiz, teniendo en cuenta los datos de nuestro proyecto SIATA. 

Hasta aquí hemos visto que la relación entre cambio climático y calidad del aire se da porque los contaminantes que emitimos y los que nos llegan de otras partes no logran ser dispersados por el viento y se están quedando atrapados en nuestro valle, afectando eventualmente la calidad del aire que respiramos. 

Pero, eso no es todo, el cambio climático también crea todas las condiciones para que se dispersen más rápidamente los incendios inducidos que afectan la cobertura vegetal, porque propicia condiciones más secas, temperaturas más altas y vientos más intensos. Estas quemas afectan la calidad del aire, la fauna silvestre que vive en esas zonas en las que se dan las quemas, así como a todo el ecosistema.

“Si el ciudadano de a pie fuera lo suficientemente estratégico y supiera que las concentraciones de material particulado son tan altas, simplemente porque nos llega quema de biomasa, no sacaría un carro a la calle, ni siquiera fumaría. Yo no hago ninguna de las dos. Creo que ya es suficiente la carga de contaminantes que tenemos”, destaca Daniel, al recordar el papel fundamental de todos los actores de la sociedad para mejorar la calidad del aire de nuestro Valle de Aburrá.

Usando el Geoportal de nuestro proyecto SIATA​ para conocer el estado de la calidad del aire de tu barrio, promoviendo en tu empresa y conocidos el teletrabajo y la movilidad sostenible, así como evitando exponer a niños menores de 5 años y a adultos mayores de 60, durante picos de alta contaminación en el aire, son algunos de los pasos para caminar hacia el #FuturoSostenible que soñamos. 

Si quieres profundizar más en este tema escucha este episodio llamado Cambio climático y calidad del aire de nuestro podcast institucional​

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